OPINIóN
Actualizado 06/01/2017
Redacción

Quise decir banalización , pero quizá por la similitud de las palabras se me resbaló a futbolización. No está mal porque significan algo parecido. En cierto sentido son sinónimos, aunque no siempre. Incluso podríamos decir globalización porque el futbolismo se ha globalizado. Ya ha llegado a China y Japón, es decir ha llegado la locura del balón, esa bola que rueda por los campos y la siguen millones de ojos extasiados, impulsada por las botas de colores, girando por todo el globo grande de la tierra. La locura. A todas horas en la radio, en la tele y en las redes, junto a otras banalidades. Aunque en el trasfondo de las camisas de los clubes que llevan los muchachos se vislumbra una vida de ultrafútbol, la vida real de vivir, trabajar, reír, amar y sufrir. Pero lo que aparece y nos meten por los ojos son las patadas a la pelota, los dueños de los equipos, españoles o coreanos, los místeres, los millones de euros que se llevan los esclavos millonarios, los que de una patada abren la caja de Pandora al revés para comprarse mansiones, hoteles, perfumes y a los hinchas, al pueblo: Todos futboleros. Viva el mundo futbolizado.

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