OPINIóN
Actualizado 05/01/2017
Manuel Rodríguez García Marogar

La última semana estuve demasiado ocupado en cerrar todos los trámites para que Ushuaia Ediciones publique mi último libro a finales de enero de 2017. Nueve meses escribiendo unas 250 páginas y otros tres meses para ultimar el conjunto de preparativos para su edición. Un proceso necesario que ayuda a mantener mi cabeza con la razonable agilidad mental. He tomado unos párrafos de uno de los capítulos del libro "El fútbol y La Opinática" que plasmo a continuación.


"Oro, incienso, mirra, estrellas, caminos, camellos, vaca, burro, pastores, ovejas, gallinas, riachuelos, arenales, musgo, corcho, luces, agua, pastorcillos, San José, Virgen María, Niño Jesús, no me cabe la menor duda de que si el fútbol hubiera existido entonces los Reyes Magos transportarían unos regalos casi imprescindibles: Un balón y unas botas de fútbol. Parecidas a las que a mí me dejaron de niño en el balcón, marrones color chocolate con leche, punteras duras, hiladillos blancos, tacos longitudinales para jugar en tierra, dos o tres números más largas que lo que requería mi pie infantil... Eran del modelo que yo siempre había imaginado viendo las viñetas de Pieduro en la Revista Jaimito, qué bien jugaba aquel «pelopincho»... " Ya vienen los Reyes Magos por los arenales?

"Y el mejor balón con el que jugué en el patio de las Escuelas en Tejares ? Salamanca -, mi amigo Chuchi era su propietario, se lo habían regalado en la fábrica de tapones de caucho para hacer herméticos los frascos de penicilina. La mayor virtud de aquel balón es que no era esférico, botaba cada vez para un lado aunque amortiguaba sus reacciones por su propio material de construcción muy flexible. Aquel «no esférico» era más bien un amorfo romboide, muy amable cuando le hundíamos la puntera en el teórico centro geométrico y, por supuesto, menos dañino para nuestras cabezas que aquellos balones de badana donde se alojaba la vejiga del cerdo de la última matanza, cerrado con tiras de cuero endurecidas por la grasa de caballo con la que protegíamos su piel ruda... Los botes «fofos» e imprevistos, activaban nuestros reflejos pues la pelota nunca se mostraba franca en aquellos terrenos de tierra baldía, con carbonilla y pizarra repartidas por doquier, con el tiempo nuestra técnica acababa mejorando en el control y manejo de aquel amasijo de caucho. Eran tiempos de leyenda. Eran otros tiempos, idealizados por la memoria..." El fútbol siempre tenía su presencia en nuestras vidas..

Salamanca, 3 de enero de 2017.

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