OPINIóN
Actualizado 03/01/2017
Luis Gutiérrez Barrio

No sé si algo de nostalgia propia de las despedidas, se me ha colado en lo más íntimo de mis sentimientos debido a que este año está dando sus últimos coletazos, o si ha sido, simplemente, fruto de la casualidad, el caso es que cuando me he querido dar cuenta estaba mirando fotografías que me trasportaban a tiempos pasados, mejores algunos, peores otros, en todo caso tiempos, que como el agua pasada no mueven molino, pero sí remueven nuestros pensamientos, nuestros recuerdos, nuestros sentires? Nos hace echar la vista atrás, olvidarnos por un momento del presente, situarnos en el momento que la fotografía evoca, aunque, en no pocas ocasiones, me costara, o simplemente fuera incapaz, de saber el lugar y la fecha exacta de la fotografía. O lo que es peor, recordar quienes son algunas de las personas, al lado de las cuales, me encuentro.

De otras muchas, el recuerdo es muy vivo, me ubico inmediatamente en el lugar y la circunstancia en que la fotografía se tomó. Veo con tristeza caras de personas queridas que ya no están conmigo, caras sonrientes, que disfrutan del momento, completamente ajenas a lo que les ocurriría meses o años después.

Con la perdida de cada una de esas personas se desabrocha uno de los botones que me mantienen unido a la vida. Son muchos los botones perdidos, más de los que aún permanecen. Veo fotografías en las que han desaparecido todos los que me rodean. De otros, ignoro su paradero, y de algunos, simplemente he perdido el contacto. Una porción de mi vida se ha ido con cada uno de ellos.

Es cierto que a medida que vivimos, otras personas se van uniendo a nuestras vidas, otras personas que, de alguna manera van rellenado los huecos que otras han dejado. Son botones nuevos que nos vuelven a abrochar a la vida, personas que hacen que la vida se haga nueva cada día, le dan nuevo sentido, nuevos impulsos y ganas de seguir viviendo, algunas con una intensidad olvidada. Pero aquella ilusión, aquellos amaneceres, la vida que conocimos y vivimos en nuestra infancia o en nuestra juventud, se fue para nunca volver, y con ellas se fue una parte importante de nuestra vida. Aquellos instantes, aquellos años, como las golondrinas de Bécquer, ésas... ¡no volverán!

Pienso, que en alguna parte de este mundo, otra persona puede estar mirando esa misma foto y al verme a mí, tal vez piense, ¿quién es este? ¿Qué será de él?

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