OPINIóN
Actualizado 03/01/2017
Redacción

Este año recién estrenado me he tomado muy en serio eso de hacer lo que me apetece y por eso en Nochevieja nos hemos ido a la cama justo después de José Mota, mire usté, porque ver otra vez las dichosas campanadas me pone de los nervios. Ya hubo tiempo en Año Nuevo de disfrutar con el concierto vienés y hacer bromas con el bañador viejuno de la Pedroche, que ya es un clásico eso que vaya en pelotas para deleite de mis hermanos. El rito se reinventa y yo no puedo pasar de valses, ni de resúmenes del año, que una en el fondo es muy nostálgica y no se puede empezar sin oír la marcha de los aplausos de un público tan selecto como solvente. A la niña bonita debe ser la única parte que le gusta, porque ni los paseos por Viena ni las bailarinas le ponen mucho, sin embargo, oye los primeros compases y se viene corriendo a reírse de los pelos de Dudamel y a hacer caso omiso de mi admiración por este director joven, talentoso, venezolano y que sabe tan bien que este es un momento histórico que no para de saludar al concertino de la Filarmónica como si no se creyera que tiene él la batuta. Los hay humildes y los hay que no tienen quien les cante, les vista y hasta les aplauda. Ojalá Trump no disfrute de paseo triunfal cuando sea investido presidente, y el silencio acompañe su llegada a la Casa Blanca donde seguro que enmudece de espanto cuando vea lo que tiene por delante. Por lo pronto, ya ha estallado esa Turquía que Erdogan no puede mantener bajo presión y los rusos, como no quiere la cosa, han afirmado que Siria ha sido su patio de recreo para probar arma y media que ahora ofrecen al mejor postor una vez demostrada su eficacia.

Este Putin es peor que el desaforado presidente de Filipinas. Cuando Aramburu, el nunca suficientemente ponderado autor de "Patria" afirma en un reportaje sobre Mekel que la canciller tiene fobia a los perros y que por eso Putin va a visitarla llevando la traílla de los suyos, no puedo por menos de compadecerme por Siria. Es crueldad pura y dura y si yo fuera Ángela, le inoculaba el virus de la peste porcina, porque es lo que es. Un auténtico cerdo. En manos de este sádico y de su amigo el ignorante, el mundo va apañado, por eso me consuelo leyendo la entrada en el Facebook de Javier Tolentino que nos insta a cuidar el patio de cada uno, haciéndole la vida más fácil a quien tenemos al lado. Son las palabras más sabias que he leído en estos tiempos de buenos propósitos. Yo no puedo arreglar el mundo, no soy como esos héroes que viajan a los campamentos de refugiados, por eso, mi aportación es tan pequeña como constante: quiero cuidar el patio de mi casa, hacerles la vida más fácil a quienes quiero, cuidar, proteger, asegurar que ahí me tienen. Y ya, porque mi impotencia frente al 2017 es tan tremenda que no vale con los grandes propósitos. Con que todos volviéramos la vista a lo que tenemos al lado bastaría. Y ya. Mientras tanto, que estos indecentes que no saben de la carencia, de la falta, del dolor y de la barbarie que provocan que carguen con su conciencia. Si es que la tienen, dilectos lectores míos del patio de mi casa.

Charo Alonso

Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.

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