OPINIóN
Actualizado 29/12/2016
Víctor Hernández

Con la llegada de la Navidad llegan otras muchas cosas, como las reuniones con amigos y familiares, las cenas de empresa, las visitas, casi obligadas, de los que están lejos, y sobre todo la carrera de fondo que es ir a comprar todo aquello que hemos dejado para última hora y que, por lo que parece, es algo común en todos.

Llegamos a las tiendas o a los centros comerciales y está todo abarrotado, pero ahí están los villancicos para hacernos entrar a formar parte del espíritu de la navidad.

Por los altavoces suenan esas canciones, tonadillas y coplas que en otras partes del mundo se conocen como Nöels, Christmas Carols, Weihnachten Lieder, Cantinela, Canzonetta di Natale y que provienen de los motetes de navidad que fueron creados, en texto latino, para la liturgia de estas fechas.

Sí, los villancicos han cambiado su función, pero no su forma, y es que por mucho que cambien la instrumentación o el ritmo, todos nos sabemos los mismos:

Campana sobre campana, Los peces en el río, Noche de paz, Arre borriquito, La marimorena, Feliz Navidad, Los pastores a Belén, El tamborilero o Blanca Navidad, entre otros.

Gracias a estos, altamente reconocibles, villancicos, cuando vamos corriendo con nuestras bolsas cargadas, podemos recordar por qué estamos haciendo eso. Por tres semanas de intentar armonizar conversaciones dispares con la familia, pero sobre todo, por los únicos que viven la Navidad como la deberíamos vivir todos, por los niños.

Feliz salida y entrada de año y espero que nos encontremos en un nuevo año que venga cargado de ilusiones para todos.

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