No es un error, ya se supone por el tamaño que resalta las dos letras que pueden variar y cambiarse una por la otra. Se parecen tanto las dos palabras, Navidad y Vanidad, que es tentador jugar con ese equívoco. Por eso me hago algunas consideraciones ante los vaivenes de la Navidad, sin que me consienta demonizar el consumo, nada más lejos, pero sí la fiebre compulsiva y sin sentido que a veces lo acompaña; y sin rebajar el valor de los sentimientos entre humanitarios y religiosos que estas fiestas despiertan por doquier, pero sí su excesiva y casi exclusiva localización en estos días.
La Navidad es celebrada por supuesto, aunque con algunas diferencias de fechas por culpa de la reforma gregoriana del calendario, por todas las iglesias cristianas históricas con distintos aditivos y derivaciones. Y la celebran, también con variantes y a su modo, todos los países del mundo hasta el extremo más oriental con festejos, decoraciones y descansos laborales. Y es de justicia destacar la enorme riqueza artística, sobre todo en literatura, música y pintura, que la Navidad de Jesús ha inspirado.
Todo esto, y mucho más que no cabe aquí, debiera ser suficiente para que cada generación conozca los hechos y las tradiciones y tenga acceso a su sentido y a sus pretensiones desde la historia milenaria de oriente y occidente. Esto es ilustración y libertad, lo demás me parecen fanatismos y disimuladas inquisiciones. Tiene su ironía, por usar de benevolencia al elegir la palabra, que en los espacios estatales y/o públicos esté mal visto (por los veedores de oficio, que no por el pueblo) y en algunos prohibido (por los prohibidores de oficio, que no por la gente), todo acto o referencia a esos hechos que el mundo entero celebra aunque sea en modos tan diversos como por otra parte no puede ser de otra manera.
Y sucede que mientras, un ejemplo entre dos mil, el Stadhuis de Amsterdam, aquí Ayuntamiento, coloca varios "belenes" en la ciudad junto a otros adornos de otras procedencias, por aquí nos cuesta más cada año hacer con normalidad ese elemental homenaje a una historia tan de casi todos y cargada de la humanidad más limpia que se puede echar uno a la cara de la razón y al rostro del sentimiento. Así estamos, en un extraño prurito reaccionario que va y viene y que no acertamos a superar. Yo creo que en el fondo es ese viejo y terco analfabetismo, deslustrado y desilustrado que campea desde hace siglos de los Pirineos para abajo.
Y más acá o más allá de todo eso, que son avatares nuestros, está el hecho, hablo ahora por mí y para los creyentes, de que Dios mismo se abaja y se acomoda a nuestra medida, se achica hasta tomar nuestra pequeña estatura, increíblemente se humaniza hasta la última línea de la humanidad. Por eso lo del pesebre y de noche y en las afueras y en Belén y en Judea o Galilea (¿se puede caer más bajo?) y en la medida de niño más bien pobre? son rasgos que nos revelan la grandeza de lo que celebramos: Dios con nosotros, en hebreo Inmanuel, en arameo Amanuel y en castellano Manuel, en catalán Manel, en asturiano Nel, en valenciano Nelo, en euskera Imanol, en gallego Manoel, etc? Es el Enmanuel, el Dios con nosotros. En este nombre está la historia más bella jamás contada. Ah, por eso aunque la celebremos una noche y un día, la extendemos como podemos por todos los días del año.
Por eso, aun sin conocer o aceptar los hechos, estamos todos de fiesta y también por eso no pocos, intentando celebrar lo que para nosotros significa, estamos también de Fiesta Cristiana por todo el mundo. Y Fiesta grande.
Por eso, por la envergadura de los hechos, la Navidad merece cuidado extremo y que nunca por la presión social se nos haga Vanidad. Y no quiero ser aguafiestas sino más bien, con permiso, recomponefiestas, porque la Navidad, sea cual sea el nivel en el que se mire o celebre, tiene tal carga de memoria que debe llevarnos a recomponer su sentido y su actualidad en los espacios de hoy. En el corazón de cada uno, en nuestra casa, en nuestra ciudad, en nuestro mundo incluso. Y en eso no hay negociación posible. Hay que quedarse con el paquete entero.
Por eso no bastan villancicos ni cenas, no son suficientes misas o vigilias, no se trata de cestas de caridad, ni de juguetes, ni de belenes o de rastrillos o de donativos casuales. Hay bastante más. O debe haberlo.
No es fácil, pero empujando todos quizás podamos sacar adelante esta Historia Santa que muchos celebramos. Cada uno elige, más o menos, Feliz Navidad o Feliz Vanidad.
Y si no nos fuera posible llegar más lejos, sólo nos queda decirnos ¡Feliz Vanidad! Y a ver si el año que viene por estas fechas logramos enderezar la Fiesta en todas sus letras.