OPINIóN
Actualizado 28/12/2016
Manuel Alcántara

Un nuevo término se incorpora al diccionario de 2016 para reflejar una realidad vieja. Un trampantojo conceptual para entender lo que va contra corriente de las teorías basadas en la elección racional, en la evidencia empírica acumulada tras años de guardar datos de sondeos, de comportamiento electoral. Una afirmación basada en la opinión que a su vez se articula en las emociones de los receptores. No importa que se vaya contra posiciones ilustradas, o precisamente en eso consiste, se trata de articular el sentido común y eso, ya se sabe, es la subjetividad hecha ley. El manido asunto de quien compra un determinado periódico deportivo porque sabe que siempre hablará bien de su equipo favorito. Me gusta más la palabra castiza añagaza aunque quizá le falte el componente de embrujo que se da a posverdad.

Decir lo que el otro quiere escuchar sabiendo que las emociones entran más fácilmente que las razones. Articular un discurso sobre un terreno manido que acoge con gusto el sermón a los creyentes. Aquel viejo cura no hacía mal en regañar a los que no iban a misa frente a sus feligreses que sí que estaban allí presentes porque ciertamente eso era lo que querían escuchar. Entonces, la cuestión estriba precisamente en averiguar qué es lo que quiere escuchar una determinada audiencia, más aún en un momento en que las defensas están bajas y la retahíla bien pensante se cuestiona por los cuatro costados. Son malos tiempos para atender las verdades del barquero y buenos para la lírica.

Como mi amigo está harto de que su pareja le pregunte constantemente por lo que hace e incluso por lo que piensa me cuenta que ha decidido, en prueba de su total lealtad, contarle sus sueños. "Así", me dice, "sé que se siente feliz porque conozco bien las cosas que le gusta escuchar". Es evidente que es una decisión sabia para construir un escenario inmejorable para que la relación dure. Ahora bien esto será así siempre y cuando el relato onírico satisfaga las demandas de la otra parte porque pudiera suceder que en un determinado momento mi amigo perdiera pie y empezara a desbarrar relatándole hazañas deportivas a alguien que odia el ejercicio físico o escenas de un erotismo subido a quien la más leve alusión a la refriega sexual ajena le repudia sobremanera. Cuidado entonces con el manejo de la posverdad.

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