OPINIóN
Actualizado 26/12/2016
Rubén Martín Vaquero

Que los nuevos tiempos habían venido a satisfacer las ansias de protagonismo de muchos, creía que era cosa sabida. No había más que seguir mínimamente los programas televisivos "friquis", o las redes sociales, o ver como se arrimaba el personal a las cámaras de televisión cuando veía alguna por la calle. Yo era uno de ellos. Nunca había podido sustraerme a ese embrujo ególatra de salir de la masa amorfa, "de verme y que me vieran por la tele", cuando el sábado pasado fui a un centro comercial con unos amigos y encima de la puerta de entrada un cartel nos advirtió:

"SONRÍA, LE ESTÁN GRABANDO"

El corazón me dio un vuelco. Después de tantos años de ser nadie, de pasar desapercibido en la masa, por fin alguien se acordaba de mí y me lanzaba al estrellado. Menos mal, que nunca es tarde para empezar a existir, porque? ¿acaso se es sin salir en televisión? Mis acompañantes notaron mi alborozo, era difícil no ver la euforia, y cuando les expliqué el motivo me arrojaron un jarro de agua fría.

-No te enteras ?resumió uno-, hay miles de cámaras por todas partes: en los centros comerciales, en los bancos, en los restaurantes, en los lugares de ocio, en la tienda de la esquina, en las instituciones del Estado y de la Comunidad Autónoma, en las calles, en las plazas? vamos, por donde quiera que vayas te están grabando. Nunca hemos estado tan controlados.

-Por qué ?pregunté débilmente temiéndome lo peor.

-Para vigilarnos, so memo ?soltó otro-, quieren enterrarnos en nuestras casas, cada uno en su celdita de abeja laboriosa, agarrados a una tablet de salvación, o al ordenador, o al teléfono móvil, y enganchados a los videojuegos, a una información interesada, a la compra on line, y a cientos de canales en la televisión, para que consumamos el circo que ellos quieren, y gastemos la vida vegetando frente a una pantalla.

-Una existencia de ficción ?apuntó un tercero-, algo parecido a la gran mentira del cine, porque cuando sales a la calle graban lo que haces, a dónde y con quién vas, y, por supuesto, tu comportamiento.

-Creyendo estar acompañados, nunca hemos estado tan solos ?resumió el que faltaba.

-Y ¿qué? ?murmuré para mí-, yo me siento importante y, desde luego, mucho más seguro. Donde va a parar.
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