OPINIóN
Actualizado 21/12/2016
Manuel Alcántara

Una sonrisa. Aspiro a una cuando Ernesto te lea estas líneas. Una mueca que resuma la profunda bondad de tu ser, el reconocimiento de lo mucho que te aman tus seres queridos, quienes te rodean, y todos los que estamos lejos. Un suspiro que entrevere cada una de estas frases que quieren homenajearte y, a la vez, acompañarte en Jalisco unos instantes, los que apenas dura un soplo de ese viento helado que aquí, ahora, azota el ventanal. Un hiato que desea prolongarse, no obstante, cada día que amanezca de hoy en adelante para ti, porque quiero que sepas que desde que supe de aquel terrible accidente no he dejado de pensar en ello. Un abrazo intenso que, mediante la simple palabra, abarque un sinfín de sentimientos de solidaridad y de reivindicación de la vida.

Se dice que las "entrañables fiestas" que ya dan comienzo son tiempo para la alegría desenfadada, para la reconciliación de los desafectos, pero no es este el caso. Es un momento para recordar juntos el trasiego madrileño, la vitalidad de una época doctoral que nunca dejará de ser. Para cerrar los ojos y sentir la vida que te pertenece como siempre fue así, recordando tu mar de Cortés y el brillante horizonte en Mazatlán, mecida por la brisa del atardecer al son de la tambora. Sin dejar caer el ánimo porque quienes te queremos estamos a tu vera. No importa que no salgas a caminar, ni que la plática huya de tus labios. Tu mirada es suficiente y, detrás, tu sonrisa que siempre fue un regalo y que ahora más que nunca necesitamos cada momento, cuando te miran y cuando te pensamos.

No hay otra felicitación navideña que valga, el resto es pura quincalla. En ti se resume todo y de ti sacamos las fuerzas para ir tirando, para saber de qué podemos ser capaces. Aguanta, porque es la única manera que tenemos de dar sentido al caos. Y aspiro también a que no haya lágrimas en tu rostro, porque aunque a veces ayudan a resaltar la belleza tú no lo necesitas. Sonríe, pues. Así. Entonces imagina, porque puedes, aquel mundo de ensueño que se yergue sin apaños, sin violencia; asida a tus hijos, aspirando el perfume de una naturaleza limpia, henchidos tus pulmones de fragancia. Separa las cobijas para que nada te aprisione, tu libertad es auténtica. Al fin. Lo mereces. Tu sonrisa.

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