OPINIóN
Actualizado 20/12/2016
Francisco Delgado

No afirmo que no existen, sino que desde la mirada de un ciudadano normal y corriente, que pasea por sus calles, compra, va esporádicamente a hacer gestiones, etc. le resulta difícil decir que normalmente las leyes de convivencia social se respetan en esta ciudad.

Quizás es una percepción errónea del que escribe estas líneas, o exagerada, o bien su percepción es objetiva y en Salamanca hay un plan de sus gestores para convertir a esta ciudad (que por su pasado y su patrimonio artístico estaría llamada a ser una ciudad culta, humanista, tranquila, bella, un tipo de Cambridge u Oxford español) en una especie de Sodoma castellana, centro de orgías y festejos de toda la comarca; ya empieza a ser más famosa por su vida nocturna, festejos de despedidas de solteras/os, nochevieja universitaria, que por su riqueza cultural.

Uno de los síntomas de esta especie de anarquía ciudadana es el comportamiento de los coches. En todo el perímetro del casco antiguo, que ha sido peatonal los años pasados, cada día los coches inundan más y más sus calles: las excepciones- algún coche se estacionaba al lado de la catedral, o de la universidad o de San Esteban- se están convirtiendo en regla; actualmente es muy difícil pasear por esta zona peatonal , sin ver algún coche o camión junto a todos y cada uno de los monumentos, a cualquier hora del día y de la noche, cualquier día de la semana. Y hablando de coches, el otro día me contaba un amigo de visita en Salamanca que dando un paseo por la orilla del río, camino del Puente romano, pasó por un parque, sobre el mediodía, que estaba inundado de coches. "¿Qué hacen aquí estos coches? ¿Es un aparcamiento?", preguntó. Le respondieron que eran coches de padres de niños que tenían permiso para aparcar una hora mientras dejaban a sus hijos en el colegio. Mi amigo, que es de Pontevedra,(ciudad ejemplar en medio ambiente), apenas pudo entender la respuesta.

Pero no solo la conducta invasora del tráfico es síntoma de esta ausencia de ley y orden, también la alta contaminación acústica de esta ciudad señala esta ausencia: máquinas limpiadoras, tiendas con las puertas abiertas que vomitan música machacona, obras reparadoras de pavimentos, fachadas, construcciones, que, como el Madrid de hace unos diez años ( al que llamábamos "queso gruyere"), convierte esta pequeña ciudad en un enloquecedor auditorio de todas las máquinas de la construcción en marcha.

Si no se pone pronto remedio a este aire de ciudad tomada por una cierta anarquía, quizás se llegue a un punto sin retorno en el que Salamanca será excluida, por un sector de población de turistas nacionales y extranjeros, más exigente con el medio ambiente, de sus itinerarios culturales o de fin de semana.

Aún se está a tiempo. Es cuestión de autoridad, de hacer cumplir las leyes existentes.

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