OPINIóN
Actualizado 19/12/2016
Redacción

Si no estuviera en mí, no viviría del modo que lo hago. Ella es la nieve más cálida del mundo en mi costado, la sencillez del viento que en mí silba con un temblor de lirio y celofán. Su corazón es hondo como un bosque y, al mismo tiempo, suave y cristalino como la escarcha del amanecer. Hacia ella voy soñando a cada instante. Si no estuviera en mí yo no sería ni la mitad siquiera de mi sombra. Pero ella está y sus ojos permanecen dentro de mi alma. En medio de su olvido me pierdo alguna vez como un erizo subiendo por la orilla de un arroyo donde el silencio es ella y el susurro dorado de los chopos es la señal de sus pisadas lentas, luminosas, que por la oscuridad siempre me guían.

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