Quiero más luces. Y villancicos. Quiero que vuelvan a brillar las calles de mi barrio iluminadas por cientos de bombillas, y que la gente no sólo se junte para compartir participaciones de lotería sino que se vuelva a desear unas Felices Fiestas. Aunque sólo sea para quejarme, como antes, del consumismo vacío de estas fechas que han dejado ?¿por qué?- de ser entrañables. Nos están robando la Navidad.
Quiero más guirnaldas y espumillón en los escaparates, que vuelvan a rociar con nieve artificial esas horribles plantillas de abetos, estrellas y papanoeles los cristales de las aulas escolares. Echo de menos protestar por lo vacía que está la Navidad. Necesito que vuelva el atracón superficial de estas fiestas que tanto me gustaba odiar.
Necesito, y no es broma, que vuelvan las representaciones de belenes vivientes, los festivales, las obras de teatro improvisadas y esos conciertos que por todas partes se organizaban cuando el año estaba a punto de terminar. Añoro, y lo digo de verdad, leer y escribir soflamas contra la parafernalia huera y hueca que envolvía el solsticio de invierno, el final de la oscuridad y sus largas noches negras, la llegada de Dios como un sol que todo ilumina haciéndose hombre en lo peor de la humanidad. Nos están robando la Navidad.
Quiero más luces y villancicos, que se repartan millones de cestas de Navidad, que los aguinaldos vuelvan a tocarnos los huevos pidiendo en la puerta y que tengamos la opción de podernos enfadar. Tengo nostalgia de frío y nieve, de orejas y nariz muy frías, de pisar fuerte contra el suelo en protesta contra los primeros síntomas de congelación, de juntar mis manos para soplarles el calor de mi aliento. Tengo morriña castellana del vaho de los peatones al respirar, de imaginarlos como locomotoras que vuelven, por Navidad, a su hogar. Como aquel turrón de almendra que antes me repelía y ahora es tan difícil de encontrar.
Y sí, yo pongo el belén en casa, y llevo a mis hijas a ver las luces de la ciudad. Cantamos villancicos en el coche, escribimos la carta a los Reyes y vivimos a pecho descubierto la cristiana Navidad. Pero joder, echo de menos la gran mentira del consumismo, que se aprovecharan de estas fechas para tocarnos la fibra, para sacarnos las perras, para construir un escenario ficticio enraizado en la falsa Navidad. En serio. Protesto porque la pereza navideña de nuestra sociedad cansada, hasta y hastiada no me da razones suficientes para protestar. Nos están robando la Navidad.