OPINIóN
Actualizado 18/12/2016
Redacción

El pasado martes, 13 de diciembre y, sobre todo, fiesta de Santa Lucía, una advocación del santoral relacionada con la luz, cuando se acerca la fecha del solsticio de invierno, en un periódico de la ciudad en que residimos desde hace años, aparecían dos referencias significativas, ambas en las páginas de cultura, relacionadas con la luz y con nuestra dolorosa actualidad.

Una de ellas estaba puesta en labios del conocido, popular y exitoso cantante francés, de origen armenio, Charles Aznavour. Sus palabras, citadas textualmente y entracomilladas, decían: "Hay que salvar a la humanidad de los que levantan barreras".

Sí, tiene razón el popular cantante. Vivimos en un tiempo de barreras, físicas y meta-físicas, esto es, mentales, que nos vuelven a llevar a un mundo no abierto, sino plagado de cerrazones. Tantas barreras, tantas alambradas niegan la raíz humana de nuestra especie y, claro está, nos deshumanizan. Y pareciera que alguien está interesado en llevarnos hacia una sociedad deshumanizada, cerrada, a pasos agigantados.

Charles Aznavour, con sus palabras, pone el dedo en la llaga y arroja una pequeña luz en este diciembre solsticial y de nacimiento. No es posible que hoy, en nuestro presente, se eleven barreras de ningún tipo.

La otra pequeña luz que aparecía en las páginas de cultura del periódico procedía del extraordinario escritor italiano Erri de Luca. Sus palabras ponían el dedo en otra llaga del presente, que tiene como escenario nuestro mar clásico y antiguo, por donde pasa toda la civilización europea: el Mediterráneo.

Dice Erri de Luca: "El Mare Nostrum es también de los inmigrantes que han muerto". Es otro dolor, otra tragedia, otra crucifixión. Todos esos cientos, miles de personas que, en busca de un mundo mejor, huyendo de guerras, terrorismos, hambrunas y otras precariedades, se ahogan en el Mediterráneo, sin que existan políticas claras de acogimiento de nuestro primer mundo.

El Mediterráneo, la cultura generada a lo largo de los siglos en el Mare Nostrum, es de todos, no solo del primer mundo, de nuestro primer mundo, tan insolidario como de espaldas al dolor de tantos seres humanos.

Y la tercera luz, en forma esta vez angustiada, de petición y de súplica, la escuchamos, ese mismo día al que nos referimos, de labios de un anciano sirio de Aleppo. Vestía ropas talares, tenía el aspecto de los patriarcas antiguos. Aparecía en un telediario, donde pudimos escucharlo y verlo, y suplicaba, de modo angustioso y agónico, que se favoreciera el rescate de los civiles (niños, mujeres y población en general), tras tanta guerra, bombardeos y masacres a los que estaban asistiendo.

Luz de diciembre. En el camino hacia el solsticio de invierno, hacia la Navidad. Luz que debiera iluminar y humanizar nuestras conciencias. Porque todos formamos parte de esa melodía de la humanidad, que, si quisiéramos, sería muy hermosa.

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Luz de diciembre