El pasado 1 de diciembre, el pleno del ayuntamiento de Salamanca aprobó la retirada del medallón que Franco posee en la monumental ágora salmantina. La propuesta, que contó con los votos favorables de PSOE, Ganemos y Ciudadanos, así como la abstención del PP, no pasa de ser una mera declaración de intenciones, postureo que se llama ahora, pues la decisión sobre la retirada depende de la Comisión de Patrimonio de la Junta.
No obstante, pese a que no vaya a tener una consecuencia directa en la decisión, este hecho generó un encendido debate en la sociedad salmantina. De este modo, para los defensores de que el medallón se quede, la principal razón alegada es que se trata de historia, mientras que, para los que exigen la retirada del mismo, supone un homenaje a un dictador incompatible con la democracia.
Yéndonos al medallón en sí, hay que señalar que se ubica en el Pabellón Real de la plaza que, salvo Franco, posee exclusivamente medallones de reyes, pues en teoría dicho pabellón estaba reservado sólo para efigies reales? hasta que llegó Franco. Este medallón data de 1936, siendo dos siglos posterior al resto de medallones de dicho flanco (que datan de la década de 1730), y que, por poseer apenas 80 años, tiene un valor artístico mucho menor que los dieciochescos.
No obstante, en el conjunto de la plaza, los medallones más recientes son los realizados en 2005 como forma de celebración del 250 aniversario de la finalización del ágora. Entonces las efigies de Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Amadeo I, Alfonso XII, Alfonso XIII, Juan de Borbón, así como sendas alegorías de las dos repúblicas, pasaron a engrosar los medallones del Pabellón Consistorial de la Plaza Mayor.
Paradójicamente, la figura que a priori estaría más destinada para ocupar un lugar en la Plaza, y está ausente en sus medallones, es el rey Alfonso IX de León. Éste, que fundó en el año 1218 la Universidad de Salamanca, no posee ni medallón ni estatua alguna en la ciudad (de hecho tampoco en la provincia, pese a haber fundado los concejos de Miranda del Castañar, Monleón, Montemayor del Río o Salvatierra de Tormes).
Y es que si se trata de historia, como dicen unos, y de democracia, como dicen otros, parece mentira que Alfonso IX aún no posea su propio medallón, pues por un lado, ha sido crucial en la historia salmantina al fundar la universidad, y por otro, fue quien convocó las Cortes del Reino de León de 1188, reconocidas a nivel mundial por la UNESCO como 'Cuna del Parlamentarismo', al haber sido el primer monarca en dar voz y voto al pueblo llano en unas Cortes (en las que, por cierto, tuvieron sus representantes tanto Salamanca como Ledesma, Ciudad Rodrigo o Alba de Tormes).
A ello habría que sumar que en poco más de un año, en 2018, la Universidad de Salamanca celebrará el 800 aniversario de su fundación, por lo que sería justo que en la ciudad hubiese, cuanto menos, un medallón en el que poder rendir un homenaje institucional a su fundador, pues la estatua más cercana de este monarca se encuentra en Cáceres (ciudad que reconquistó e integró en el Reino de León en 1229), ya que en su ciudad natal, Zamora, tampoco posee estatua alguna.
En todo caso, Alfonso IX no es la única figura señera para la historia salmantina que está ausente de los medallones de la Plaza Mayor. Así, otros monarcas leoneses como Ramiro II (que reconquistó y acometió una primera repoblación de Salamanca), Alfonso VI (que le dio fueros) o Fernando II (que creó la diócesis de Ciudad Rodrigo y le dio fueros, así como a Ledesma) tampoco aparecen en la lista de medallones. Tampoco está Raimundo de Borgoña, que llevó a cabo el encargo de su suegro (el mencionado rey Alfonso VI de León) de acometer la repoblación definitiva de la ciudad salmantina.
Pero la ausencia de figuras importantes de la ciudad es más larga. Así, personas emblemáticas de la Universidad de Salamanca como Lucía de Medrano (en realidad llamada Luisa de Medrano), que fue la primera mujer profesora universitaria del mundo, o Beatriz Galindo 'La Latina', que fue la primera mujer universitaria del mundo, tampoco tienen su hueco en el medallonero de la plaza. Este hecho se repite con otro personaje, Aníbal, que aunque menos importante en la historia salmantina, no estaría de más que tuviera su sitio en la plaza de una ciudad que conquistó en el III a.C. (y del que tomó el nombre el arco de la muralla situado antiguamente junto a la Casa Lis).
Del mismo modo, Jerónimo de Perigord, que fue el primer obispo de Salamanca tras la restauración de la Diócesis por Alfonso VI en 1102, también carece de medallón, al igual que Abraham Zacut, insigne matemático, astrónomo e historiador salmantino que, por su confesión religiosa judía, fue expulsado de España en 1492.
Por todo ello, y ante las llamadas a la historia de los defensores del medallón franquista, también me gustaría que se fijasen en todas aquellas figuras de importancia para Salamanca que están ausentes de la Plaza Mayor, y que pidiesen con el mismo ahínco la creación de medallones para los mismos, ya que, si se trata de plasmar la historia, no deberíamos saltarnos capítulos.
Asimismo, los que defienden la retirada del medallón por antidemocrático, que me expliquen por qué no defienden con la misma fuerza el hecho de que, quien dio voz al pueblo en Cortes por primera vez en el mundo, Alfonso IX, tenga su propio medallón en la plaza, habida cuenta de que fue el fundador de nuestra universidad.
Y es que la polémica del medallón no es una cuestión de historia en realidad, sino una muestra de la pervivencia de heridas aún sin cerrar en nuestra sociedad. Que Franco es parte de la historia es cierto, pero también es cierto que debido a su golpe de Estado más de mil salmantinos fueron asesinados por pensar diferente (en una provincia como la nuestra que no fue frente de guerra), entre ellos el entonces alcalde Casto Prieto Carrasco. Como cierto es también que su figura sigue creando mucha controversia pues, cuatro décadas después de su muerte, siguen siendo numerosos tanto sus seguidores como sus detractores.
Posicionamientos políticos aparte de unos y otros, lo único que debería estar claro para todos es que su ubicación, en un pabellón reservado a reyes, no es la indicada, y que por tanto, nunca debería haberse situado en el Pabellón Real. Por ello creo que el medallón debería ser quitado de este pabellón y sustituido por el de un monarca (preferentemente Alfonso IX, que por méritos sería el más indicado), y si luego el medallón de Franco lo quieren mandar a un museo o al Pabellón de Petrineros de la plaza ya es otra cuestión pero, lo que está claro, es que el Pabellón Real no es su sitio.