OPINIóN
Actualizado 17/12/2016
Soledad Murillo

La Ministra Fátima Báñez estuvo más de 6 horas reunida en la Comisión de Empleo antes de proponer que el mundo del trabajo, iniciará medidas para que la jornada laboral finalizara a las 18 horas. Fijar el horario laboral a 40 horas semanales, acortar las comidas, especialmente interminables por las élites del ámbito político, sindical, o empresarial, significaría evitar despilfarrar tiempos informales. Sin embargo, después de sus declaraciones la oposición no ha estado a la altura de la propuesta. Lo primero que ha hecho la mayoría, ha sido recordar la precariedad laboral de nuestro país lo cual es un hecho indiscutible; dado que hay más de 4,3 millones de personas en edad de trabajar que están en situación de desempleo, alcanzando la cifra de 19%. Además de una enorme masa laboral en situación de temporalidad, un 24%, sólo superada por Polonia, lo que nos coloca como uno de los países de mayor precariedad en el empleo de la Unión Europea. Pero insisto, recordar este hecho no desautoriza la propuesta. Siempre pasa lo mismo, los partidos políticos ejercen la oposición, sin pensar que, aun siendo evidente lo anterior, eso no evita que tengamos que analizar por qué razones somos el único país de Europa con estos horarios, donde aún persiste la vieja idea de que la presencia en el trabajo es equivalente a productividad, como si estar en el lugar de trabajo ya supusiera un buen desempeño laboral. En España dedicamos más horas a nuestro trabajo, pero eso no significa que seamos más eficientes, salimos más tarde que nuestros vecinos europeos y llegamos más tarde a casa, a lo que hay que sumar, cenas o lo que requieran las obligaciones familiares. Es evidente, que tenemos una problema con nuestras franjas horarias y que sería urgente optimizar los resultados laborales, sin que se lleve la mayor parte del día.

Pero a la Ministra Báñez, se le han olvidado otras medidas. Para empezar no se ha coordinado con otras áreas claves, como el Ministerio de Educación, el cual debería estar implicado; pues es bien conocido por parte de madres y padres cómo tienen que afrontar todos los problemas derivados de la falta de armonización de los calendarios escolares con el mundo laboral. La Ministra pide a los sindicatos que apoyen este proyecto, pero los sindicatos no están en el mundo del pequeño comercio, de la hostelería, de los autónomos, porque los sindicatos se especializan en los trabajadores por cuenta ajena y, mayoritariamente, con contratos fijos. Es una lástima que algo tan urgente se haya planteado sin una coordinación solvente entre Ministerios y sin tener en cuenta que para empezar, el primero que tendría que cambiar sus tiempos serían el Parlamento y el Senado, tan aficionados a extender sus debates, sin que estos ganen en profundidad, lo que incide en que los periódicos y, por supuesto, los profesionales del periodismo, tengan que cerrar sus ediciones a última hora de la noche. Regular los horarios es una tarea tan urgente como necesaria, pero sus artífices no están a la altura de una remodelación que cambiaría nuestro modo de vida.

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