Demasiados verbos se pronuncian sin reparo, están en el frente de batalla, en primera línea, impetuosos, soberbios, por encima del bien y del mal. Robar, asesinar, acosar, pegar, menospreciar, calumniar, insultar; están a la orden del día en los medios de comunicación, podemos hacer la prueba leyendo o escuchando noticias y no digamos viendo "el parte", (para los más jóvenes, al telediario se le llamaba así antiguamente porque en el mismo se comentaba "el parte de guerra").
Lo curioso es como hemos interiorizado ver imágenes sangrientas, como podemos comer con bombardeos y corredores humanitarios, como se defiende la corrupción creyendo las propias mentiras, como la globalización es sólo para los poderosos y sus gobiernos marcan las fronteras con alambre de espino. ¡Quien escribe es hijo de emigrante!.
Sí, hoy me siento apesadumbrado por la iniquidad humana y la generación de dolor sin sentido.
Hoy escribo triste palabras de angustia que ansían volverse en esperanza.
Se aprende también que existen los otros verbos, los que dormitan entre nuestros puños apretados, los que afloran en los andenes sin rumbo, hay verbos feos que no casan con la bondad, el respeto y la justicia, los otros verbos sí, son patrimonio de la gente humilde y sencilla.
Estudiar, aprender, trabajar, caminar, ver, oír, viajar, sentir, bailar, acariciar, reír, soñar, llorar, amar, imaginar, creer, morir en paz, besar, cantar, los buenos verbos.
"A pesar de todo sigo pensando que la gente es buena".
Ana Frank