Esto de cumplir años en diciembre tiene bemoles porque parece que empieza uno con los fastos y no acaba hasta reyes. Y si es el de la niña bonita ni les cuento, celebración con las amigas, con los tíos, con los abuelos? vamos, que el índice glucémico está disparado y la tarjeta de crédito, más, que para algo la carga el diablo y se vacía cuando ya ha venido la extra a darnos una alegría ya gastada. Estas fechas es lo que tienen, se vuelve uno loco con tanto espumillón en vena, botellas de champán y polvorones surtidos? y todo esto mientras estallan bombas por todas partes, en Siria no queda nada por machacar y uno mira para otro lado mientras nos puede la abundancia. Es una sensación de impotencia que emborrachamos de alegría, cenas de empresa, regalos y maquillajes brillantes. Es una dolorosa constatación de que no resolvemos nada año tras año, con la sola fuerza de nuestra buena voluntad.
Hay algo triste y alegre a la vez estos días de navidades previas que a mí, particularmente, me gustan tanto. Es como si los días de fiesta estuvieran por estrenar y todas las posibilidades estuvieran frescas y perfectas, redondas y tersas como una bola de navidad. Todo es preparativo aún no apresurado, todo es regalo envuelto y tiene la fuerza de la novedad, la alegría de lo que no se ha gastado. Por eso me gustan estos días, luego ya tendremos tiempo de quejarnos de tanta comida, de tanto jaleo familiar, de tanto niño borracho de papel de regalo. Ya tendremos tiempo de vomitar al ver un mazapán y a suplicar que no te pongan otra copita de cava cuando vas a hacer una visita? no por favor, que estamos ahítos, llenos, agotados de figuritas de Papá Noel y de compras de último momento. Ya tendremos tiempo de pedir a gritos una ensalada y que alguien corte la tele porque estamos hartos de programas que nos recuerdan el año que se fue así, como quien no quiere la cosa. Y es que el tiempo pasa tan rápidamente que parece que fue ayer cuando suspirábamos por el verano y nos reíamos de las pretensiones de Trump. Parece que fue ayer cuando pensábamos que Fidel Castro era eterno y que eso de estar sin gobierno en España era como normal. Y miren, ya se acabó el año y seguimos a vueltas con Siria, con los refugiados, con el bestia de Erdogan a quien le han salido contestatarios más feroces aún? en fin, que todo sigue igual y nosotros, felices, celebramos que la navidad está aún sin estrenar? y miren, por muy cansado que sea eso del fasto constante, bienvenido sea.
Charo Alonso.
Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.