OPINIóN
Actualizado 13/12/2016
José Javier Muñoz

Las incongruencias intelectuales y morales que rigen las conductas del vulgo no son nuevas, pero hoy relucen como nunca debido al desarrollo exponencial de la comunicación. Entre ellas resulta particularmente nociva lo que comúnmente se llama lavado de cerebros, que en realidad es ensuciamiento e intoxicación de cerebros. Porque se supone que lo que se lava queda limpio, mientras que lo que hacen los dictadores, demagogos y violadores de conciencias es verter basura ideológica. En pocas palabras, una minoría de listos que ambicionan el poder y el dinero intentan engañar a la mayoría con artimañas para las cuales existen manuales, desde El arte de la guerra de Sun Tzu al Libro Rojo de Mao, pasando por ciertos versículos intolerantes del Corán y los recetarios de Maquiavelo, Torquemada, Marx o Hitler. El proceso contemporáneo de aborregamiento social consta de una serie de fases poco apreciables a simple vista. Primero se atacan los símbolos, instituciones y ritos asentados como engrudo de la convivencia en el imaginario colectivo: las banderas, los hitos históricos y las tradiciones. Paralelamente a la deformación de la Historia, se politiza la cultura y se controla la educación. A continuación se cuestionan, cuando no se ridiculizan, los valores de conducta normalmente aceptados, como la autoridad, la disciplina, el sentido del honor o la austeridad. Se exalta la vulgaridad y se premia la mediocridad. Luego se retuerce el lenguaje mediante el riego por aspersión de eufemismos y opiniones políticamente correctas. Un forero definía muy bien en un diario digital esta actitud de la extrema izquierda: "Tolerantes con los cafres etarras e implacables hasta lo grotesco con lo políticamente incorrecto". El cambio del sentido de las palabras ayuda a dar la vuelta a las ideas, convirtiendo a los agresores en mártires, los asaltantes en víctimas y la violencia arbitraria en derecho fundamental. Según Pablo Iglesias, el régimen de Maduro es una democracia modélica, y el de España una dictadura que hay que derrocar. Según Juan Carlos Monedero, las víctimas del chavismo son golpistas, y los terroristas de ETA unos políticos dialogantes. Según Errejón, los venezolanos viven en la abundancia y los españoles en la miseria. La última fase llega cuando la libertad, la verdad y la objetividad (que no son absolutas, por supuesto, pero que existen en la medida en que aceptamos la existencia de ideales y principios) quedan inutilizadas como únicos antídotos frente al engaño. Lo dice así de contundente el Manifiesto comunista de Marx y Engels: "Se seguirá arguyendo que existen verdades eternas, como la libertad, la justicia, etc., comunes a todas las sociedades y a todas las etapas del progreso de la sociedad. Pues bien, el comunismo viene a destruir estas verdades eternas, la moral, la religión, y no a sustituirlas por otras nuevas". Los ideólogos bluf, como los trileros de Podemos, diosecillos de atrezzo, rentabilizan las consignas disfrazadas de ideales que han inoculado en memos e ingenuos. Estos son los que les secundan a pesar de las burradas de su programa político. Porque también los hay que los votan precisamente por sus burradas. ¿O estamos tan cegados por lo políticamente correcto que negaremos la existencia de canallas y tontos?

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