OPINIóN
Actualizado 11/12/2016
Fernando Saldaña

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Lo bien que se lo está pasando Emilio, el camarero, al ver las disputas que hay en Podemos. Se burla. Comenta que menos mal que se llama "Unidos Podemos", que si no?

Escuchamos sin hacer mucho caso y Emilio se pone pesado hasta ser cansino. Entonces Jorge, algo harto, le para los pies.

Pide una ronda, por eso de despistarle, y, cuando nos trae las consumiciones, le cuenta que ahí está la prueba de que Podemos no es Venezuela. Si fuese Venezuela, argumenta, la voz del Presidente ahogaría todas las demás opiniones.

Emilio, incrédulo, se regocija. Por fin un podemita como Jorge, reconociendo que en Venezuela no hay democracia.

Sonríe Jorge y contraataca. "Cuando sólo prevalece la opinión del líder, ¿se llama?"

"¡Dictadura!" Responde Emilio, que lo tiene bien aprendido.

Eso, espeta Jorge. Y no como en el PP, donde sólo manda Mariano, donde Mariano impone su voluntad, donde no hay detractores porque no tienen cabida en el esquema Popular.

Emilio se da cuenta de que ha caído en su propia trampa.

"¡Qué cabrón eres!", dice en tono cariñoso. "¡Ésta va por cuenta de la casa!", pontifica mientras me sirve una caña de cerveza sin que cierra la ronda.

Y es que, si el debate es nocivo para la democracia, según nos quieren hacer ver, la ausencia de debate es el alma de la dictadura. De la dictadura Popular.

Después de eso, Emilio empezó a hablar de lo que dejaron de apoquinar los futbolistas. En a indignación, nos pusimos de acuerdo sin grandes discusiones.

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