OPINIóN
Actualizado 10/12/2016
Manuel Lamas

No fueron pocos los que acusaron a Séneca (Córdoba, 4 a C ? Roma, 65 d C) de no vivir en concordancia con las ideas que se desprendían de sus escritos. Marcaba caminos; encendía antorchas para los demás, pero él, discurría por otras veredas, quizá las que le marcaron las circunstancias en que vivió. Sumergido como esteba en intrigas de la Roma Imperial, no fue sencillo su papel, ni salió ileso de su experiencia política.

Sin embargo, no debemos condenar a quienes descubren caminos previsiblemente acertados que, después, no pueden seguir. Descubrir la verdad no es poseerla. Pues, no hablamos de algo físico, susceptible de ser alcanzado con los mismos elementos que aplicamos en la vida ordinaria. A la verdad nos acercamos a través de un estilo de vida. La prudencia y el buen sentido no deben faltar para conformar el propio ideario. Hay que decir, además, que las ideas son elementos vivos que mutan con la realidad de cada momento.

Pero, dejemos los pronunciamientos de la historia sobre este ilustre pensador y tratemos de centrarnos en nosotros mismos. Son muy pocos los que consiguen adaptar la trayectoria de su vida a la propia forma de pensar. Nuestros juicios, acerca de una determinada materia, son elaborados con las ideas que nos asisten en el momento de proclamarlos. Después, cuando la rueda del tiempo nos sitúa en el contexto donde tenemos que actuar, las circunstancias han cambiado y, con ellas, también nuestro ideario.

Ciertamente, mantener lo que se proclamamos en otro tiempo es casi imposible. Si son las circunstancias las que nos obligan a cambiar las ideas, no hemos de ser rígidos en nuestros pronunciamientos. De otra forma, no escaparemos de la condena de los demás.

La historia no la escriben los protagonistas. Cuando la cortina del tiempo ha empañado la certeza de los hechos y, quienes tienen que contarla carecen de datos, cubren sus lagunas con informaciones no contrastadas que, en muchos casos, se apartan demasiado de la realidad.

Así se escribe la historia. Por eso, cuando leamos relatos históricos, o biografías de personajes tan distanciados en el tiempo como el que nos ocupa, hemos de analizar las circunstancias en que vivieron, para tener una idea más acertada de lo que ocurrió.

Lo importante de la obra de Séneca, es el servicio que ha prestado a la humanidad. Su filosofía, ha traspasado las fronteras del tiempo, y ha permitido a no pocas generaciones conducir sus pasos por mejores caminos.

Son las contingencias las que conforman nuestro ideario, y las que nos obligan a buscar el camino de la verdad. Se agradecen, por tanto, las señales dejadas en el camino por personas que dedicaron su vida a la búsqueda de algo tan valioso. Pues, la mayoría, pasamos por la vida sin mirar a los lados; aunque tropezamos reiteradamente, no nos cuidamos de apartar los obstáculos para que otros no caigan.

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