El hueco de mis hijas, su silencio rodando por la casa envejecida sin su presencia, la reverberación de su alegría dentro de mí ánimo deshabitado ahora que se han ido, mi corazón sin ellas descosido como una vieja nutria disecada, ya polvorienta en medio de un desván. Dentro de mí la vida se abre en círculos: la luz se descompone en pedacitos delante de mis ojos, la ventana por la que miro ahora es una ojiva donde se asoman hoy las despedidas, las hojas desoladas de los árboles que alfombran, como efímeras caricias, la pálida quietud de la ciudad.