Buenos días, le dicen al llegar. Usted, como no está de humor, no quiere oír ni respirar, así que murmura un no se sabe qué y sigue adelante. Los lunes por definición no son el día ideal de la semana. Se aglomeran las cosas que dejó pendientes el viernes, y más esta vez que decidió descansar el fin de semana. Pero que le vengan diciendo que los lunes son un día bueno le suena como un recochineo mayor. Una ofensa. Usted quiere que le dejen en paz y que las sonrisas empalagosas se alejen de usted. No está hoy para simpatías, ni sonrisas, ni menos para que le digan si el día es bueno o es malo. Es malo, ya veremos si mejora y punto.
A usted no le van las cortesías. Es de natural arisco y quisiera que el mundo estuviera conformado a su imagen. Pero no, resulta que hay vida propia en el exterior y su soberbia no lo domina todo. Que hay compañeros que comentan con pasión el resultado del partido del siglo -que por cierto aún podía haber sido peor-, muchachas que lucen melenas onduladas con elegancia deslumbrante, flores en las ventanas que se empeñan en advertir que todavía no ha llegado el invierno, y que si ha llegado ha traído en sí mismo indicios de primavera.
No acepta usted los buenos días, pensando que es pura descripción lo que le están poniendo ante las narices. Usted se ha empeñado en no ver nada de eso. El día es malo y ya está. Es malo. ¿Qué parte de "malo" no entiende esta gente? Pues eso, que no vengan aquí molestando con su optimismo de pandereta que no lleva a ninguna parte. Que exhiban sus ilusas ficciones por otro lado, que aquí hemos venido a trabajar y la jornada no puede ser buena. En realidad, usted quiere que le dejen tranquilo, y aún no sabe que si le dejaran solo le abandonarían a su suerte con su peor enemigo.
Se lleva mal consigo mismo. Qué le vamos a hacer. Pero no se preocupe. Esto se pasa como las fiebres crecederas. Usted está aún creciendo moralmente. Está en una etapa poco evolucionada de la socialización. Ni lo quiere oír, ni se lo cree, pero llegará un día en el que deseará escuchar a alguien que se acerque con delicadeza y le diga en el mejor de los tonos que le desea un buen día, que ojalá pudiera hacer algo para mejorar su bienestar, que en esencia da lo mismo si usted se ha levantado con el pie que no era, porque tiene margen para mejorar.
Incluso, no sin esfuerzo, ya verá que, con el tiempo, si persevera podrá desarrugar el entrecejo, esbozar una cara amable, sospechar que tras el tremendo nubarrón que hoy nos acecha se oculta un día luminoso. No lo va a conseguir todo en un día. Modere sus ambiciones, que ya está usted pasando al lado opuesto. Ve como en el fondo le gustaría. No se emocione demasiado pronto, porque la tarea es dura. No se puede pasar directamente de ser un ogro infeliz a la más querida de las hadas madrinas. Pero ya ha iniciado el buen camino. Entrevé que la vida puede ser mucho más sencilla y agradable. Al mismo tiempo le da miedo porque se siente frágil. Su coraza no es de hierro y teme que se quiebre al menor intento. Sea valiente, aunque debe ir con tino. Prosiga con prudencia a mostrar su empatía. Le recomiendo, como en los colegios, que vuelva a salir con bufanda y todo. Entre de nuevo y acepte ese saludo que no es más que una modesta muestra de buena voluntad, en la que va envuelto un generoso corazón.