- Don Alberto, mire por donde hemos terminado siendo vecinos perpetuos de esta Plaza nuestra que ya lo es de todos ? confió orgulloso el corregidor don Rodrigo Caballero a su arquitecto de cabecera.
- Y tanto, no me esperaba yo tal honor. Es cierto que quisimos, entre otras muchas cosas, que la Plaza homenajeara a la Monarquía española, a su historia y vicisitudes, pero veo que, con acierto, cada época ha ido dejando su huella. Las luces y sombras que en todas las hay ? respondió el ingenioso Churriguera con el rubor instalado en sus pétreas mejillas.
- Así es. Como a muchos no los conozco, alguna noche me acerco a su pilar y les pregunto por su vida y milagros, aunque ya me han dicho Fernando, Juan y Teresa que milagros, lo que se dice milagros acreditados, los suyos únicamente, que mucho planificar nosotros el pabellón de los santos pero que les han dejado solos de momento. Y eso que a una tal Bonifacia la tenían preparado el hueco.
- Ya, ya, encima con eso del laicismo? Esto de los "ismos" está causando terror entre la familia medallonera. También yo tengo la costumbre de visitar a los inquilinos y en el pabellón de San Martín están asustados. ¡Y mira que es difícil intimidar a esos personajes! Les han dicho que si son unos colonialistas, que si son unos genocidas, que si se hicieron famosos batallando contra musulmanes, incas o aztecas? Total, que ya han preguntado a Vázquez Coronado y a Maldonado por posibles vacantes en el pabellón consistorial, pues dicen que aquí en nuestro lado estarían más seguros.
- Por amistad yo no tendría inconveniente, pero no hay espacio para todos y a mí me parece que están muy bien allí. La Historia es la que es y ellos protagonizaron etapas memorables de la nuestra. Sin duda se equivocarían en algunas decisiones, pero esto no es un examen ni un juicio.
- Eso mismo pienso. De hecho, me contaron que ese medallón que está rasgado junto al arco del Cor rillo lo pasaron a piqueta para ejecutar en efigie a un tal Godoy, un antiguo vecino al que ni usted ni yo conocimos. Y que ahora quizá manden a un museo al de la esquina opuesta, junto al arco de Toro.
- Ah, sí, Francisco Franco. Tanto Don Juan como Juan Carlos y Sofía me han hablado de él. También Alfonso XIII y la Segunda República. Cada uno cuenta su versión, pero ninguno niega su relevancia. La verdad es que no me han dado ganas de charlar con él hasta ahora, pero si se lo llevan supongo que una noche pasaré a despedirlo.
- Como al resto, casi nadie lo mira, ni le ponen flores, ni se reúnen ante él para nada, salvo hace un tiempo que lo pintarrajeaban. Por eso, no entiendo muy bien la razón de llevárselo ahora. ¡Con lo que rajaron de Fernando VII cuando vino no hace mucho! Debe ser que entienden la Historia como un instrumento para hacer política o algo así.
- Será eso. Quizá no comprenden que nuestra idea no era tanto ensalzar a los reyes como dejar constancia de sus reinados, y que incluso le pedimos a Carnicero que repitiera el medallón de Felipe V para representar sus dos períodos en el trono.
- Es posible. Aún recuerdo las protestas del bueno de Alejandro cuando le hicimos el encargo, jaja? Tampoco le agradó, y en eso le doy toda la razón, que le impusiéramos el segundo plano para Isabel y Juana dejando el primero a Fernando y Felipe. Poco rigurosos fuimos con la Historia, aunque nos empujara la mentalidad del momento?
- ¿Y qué me dices de las Repúblicas? Siempre que voy a verlas, la Primera me ruega que, si tengo aún mano en el Ayuntamiento, pida que policromen el medallón con una bandera roja y gualda, que tan republicana es esa bandera como la de la Segunda.
- Razón no le falta. Lo bueno es que en esta santa casa placera siempre podemos terminar la ronda de noche escuchando epopeyas del Cid o del Charro, Bretón suele ofrecerse a deleitarnos con una melodía y nunca falta el verso exacto de Fray Luis. La vida nos da.