OPINIóN
Actualizado 01/12/2016
Manuel Rodríguez García Marogar

Hace tiempo que entrené a jóvenes futbolistas y me rodeé de algunos colaboradores, muy pocos, como correspondía al presupuesto disponible de un equipo de tercera división. Un equipo de trabajo debe albergar a gente capacitada pero entusiasta; especializada y confiada con su gente? "La fortaleza del equipo es cada miembro individual. La fortaleza de cada miembro es el equipo", decía Phil Jackson, un maestro de entrenadores. En un equipo filial te conviertes en "Juan Palomo" actuando de "hombre-orquesta", ahora los entrenadores de equipos profesionales se rodean de más de quince colaboradores especialistas en torno al líder?


En mi equipo de trabajo éramos un ayudante, un delegado y un masajista... "¡Hijo, hijo?! ¿Qué te pasa?" En el terreno de juego, aquel acercamiento amable era suficiente para que los dolores desaparecieran por encanto. Aquel masajista irradiaba cariño, amabilidad, entrega, dedicación plena y mínima retribución, este factor no se valoraba apenas, podía más la afición. Hasta ejercía de comodín en las "pachangas" del equipo durante los entrenamientos, saciaba así su pasión personal por el fútbol. Por otra parte, actuaba de "consejero espiritual" arreglando los dolores y no solo los musculares, compartía con Thomas Jefferson aquello de que "El arte de la vida es el arte de evitar el dolor". Se puede curar con pocos medios, "mi masajista" operaba con los imprescindibles, conocía las ambiciones del jugador, sus miedos, sus carencias e identificaba sus relaciones con el resto de jugadores porque la plena confianza permitía el conocimiento de todas las interrelaciones?

Se trataba de un médico ejerciendo de "masajista" que ejercía de "gurú" personal y él, sin endurecer sus penitencias, conseguía un ambiente positivo. Lo mejor de "mi masajista" no era su idoneidad profesional sino la plena lealtad. Su labor de equipo en la sombra, su esfuerzo por contagiar a los demás, fue un plus impagable. Sin airear los fallos, incluso sus opiniones técnicas de fútbol eran fiables hasta el punto de ser un generador de confianza que cohesionaba al equipo. En esta faceta, "mi masajista" era de "los antiguos" porque aquellos valores casi están olvidados? Hace unos días, el que fuera masajista de la Selección española, Miguel Gutiérrez, decía: "En el fútbol no hay que pensar. Hay que hacer. En décimas de segundo está el éxito, el fracaso, o la lesión. No hay meditación como en el taichí". Ahora ya se jubila y asegura: "La terapia manual es un arte en vía de extinción". (?) "Cuando "palpas" "notas que el hematoma crepita, ves la nodulación que ha hecho una microfisura, o un dolor que en vez de ser muscular es irradiado. Ahora los médicos se fían más de las ecografías que de las palpaciones. El láser y la electroterapia sustituyen a las manos". Personalmente, todavía "sufro" las manos de hierro de "mi masajista", aún moldea mis dolencias, me deshace las contracturas en la espalda, en los hombros, tobillos, mis lumbagos crónicos, etcétera, con precisión de cirujano pero manipulando con sus manos privilegiadas, amasando como el viejo panadero de pueblo, estirando, alisando mi musculatura de inserción a inserción? Pero, con su cariño, "mi masajista" siempre aporta más valores mentales que físicos. De ahí que en esta ocasión quiero reconocer públicamente la labor de mi amigo Guti, quien durante tantos años me brindó su amistad?

Salamanca, 1 diciembre 2016

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