OPINIóN
Actualizado 30/11/2016
Juan Antonio Mateos Pérez

Las desigualdades y la pobreza de muchos no es sólo consecuencia de la crisis, responde sobre todo al modelo social con el que construimos nuestra sociedad Caritas, Informe FOESSA El Big Data anuncia el fin de la persona y de la voluntad libre. Byung-C

Los descuentos y las ventas llenan los grandes espacios comerciales como una fiebre consumista, marcando ya el inicio de la campaña de navidad, o el fin de las rebajas de verano, no se sabe. Ahora el capitalismo campa a sus anchas, el control del mercado y las nuevas formas de ventas, suponen una nueva forma de medir el tiempo comercial, días que duran 72 horas y semanas que duran 15 días, viernes y lunes de consumo, exceso de gasto que se prolongará hasta navidad. No para la compra, ni si quiera por los grandes acontecimientos mundiales, lo absorbe todo, es un homenaje al negocio, un desfalco a la tarjeta de crédito, donde es difícil la mesura en una sociedad que vive de y para las cosas. No es fácil ser, en un mundo invadido por el tener.

Estamos a plena cultura del hiperconsumo, no solo apreciamos nuevas formas de consumir, también nuevos modos de organizar las actividades económicas. Nuevas maneras de producir, vender, de seducir, comunicar, distribuir, donde se privilegia la compra festiva y placentera. Está emergiendo un consumidor emocional que necesita vivir nuevas experiencias afectivas y sensoriales, las compras y los centros de ventas se asocian al ocio creando atmósferas de compra. Es difícil entrar y salir en gran centro comercial sin haber comprado alguna cosa. Las formas de consumo están influyendo en las elecciones personales hasta niveles insospechados, asociando la acumulación de bienes de mercado con síntoma de éxito y promesa de felicidad.

Todo es consumible desde un móvil, hasta la cultura o la misma persona, todo se usa y se tira. Además el consumo se asocia al ocio para escapar del vacío existencial y sentirse vivo, estamos afectados como un virus, es la enfermedad del cansancio, donde todo ha perdido valor y sentido. El papa Francisco lo ha definido certeramente como la "cultura del descarte", el ser humano se ha vuelto cosa y no un fin en sí mismo como nos enseñaba Kant. El consumismo agujerea grandes áreas de nuestra conciencia existencial, perturba la autotranscendencia hacia las cosas, la libertad, la capacidad de decidir. El consumismo se ha convertido en un Alzheimer existencial que perturba y rompe el sentido de la vida de los individuos. En la "era del consumo" la libertad ha visto su fin, la fuerza de la publicidad, los grupos de referencia, las instituciones, los medios de comunicación, ejercen tal presión en el individuo que no queda resquicio para la libertad y para las elecciones de consumo. No es el individuo quien está tomando las decisiones de consumo, la única realidad libre es el capital que explota la libertad del individuo.

La inmensa cantidad de datos que se manejan en los servidores y las empresas de capital, lo que el pensador llama Big Data, hacen que el futuro sea algo predecible y controlable, ciego ante el acontecimiento. Esta herramienta permite hacer pronósticos sobre el comportamiento de las personas, sobre sus tendencias políticas y de consumo y permite reducirlas a un nivel prerreflexivo, dando lugar a un fuerte idiotismo. Es una forma de control y vigilancia total de los individuos en nuestras sociedades globalizadas y está suponiendo una auténtica crisis de la libertad.

El individuo está indefenso, cómo saber qué consumir para que no se dañe así mismo, a la sociedad y al medio ambiente. Siguiendo las directrices que ha propuesto Adela Cortina, necesita una dimensión institucional, el consumidor necesita que le asesoren sobre la naturaleza de los productos, calidad, relación calidad ? precio, la consecuencia que tiene el consumo de determinados productos para la sociedad y para el medio, etc. Urge crear organizaciones intermedias que estén preocupadas y fomenten el "consumo justo", que deberá estar basado en la búsqueda de la felicidad del individuo, y que dependerá en buena medida sobre las creencias que la proporcionan y nuestras sociedades, basadas en la dignidad de los seres humanos, no podemos eludir el sentido de la justicia. Para no hacer dejación de nuestra humanidad, el consumo para el ser humano, deberá ser autónomo, justo y prudente.

Como cristianos y con la Navidad a las puertas, no podemos seguir alimentando el consumismo como "filosofía de vida", ya que provoca una serie necesidades artificiales que nos están vaciando el espíritu. Está visión consumista está provocando una carencia de valores, incomunicación, imposibilidad de realizar un proyecto vital y tantas otras frustraciones, que impiden a las personas crecer y desarrollarse sanamente. La fe en el amor incondicional de Dios revelado en Jesucristo que se hace uno de nosotros, que se hace Enmanuel, puede ofrecer a muchas personas la fuerza necesaria para un crecimiento y una autorrealización sana. "No solo de pan vive el hombre". Estas palabras de Jesús no son una exhortación piadosa para creyentes, encierran una verdad que necesitamos escuchar todos (Pagola). Por eso, cuando una persona cultiva su fe, dando un sentido último a su vida, está sembrando salud en el interior mismo de su ser, pues la auténtica "sanación se produce mediante el hallazgo de sentido" (V. Frankl).

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