La ultra conectividad es una de las muchas consecuencias de la globalización. Hoy, más que nunca, la gente se mueve entre múltiples puntos que generan información y lo hacen en tiempo real. Las fuentes emisoras lo son de todo tipo: desde los ya anticuados medios de comunicación hasta la pulsión individual que origina la noticia o el comentario a la noticia. Todo acontece en un instante y lo que acaeció la semana pasada es pura morralla. Ello produce un novedoso estadio de acumulación donde los sucesos se hacinan caóticamente. En el barullo se impone trazar líneas conductoras que, enlazando las piezas, den sentido a lo que pasó. Sin embargo, no se trata de una tarea sencilla, además la explicación parsimoniosa contribuye, con frecuencia, a enredar los hechos o, peor aún, a manipularlos.
Brexit, plebiscito colombiano, Trump, son términos de acontecimientos ya pasados ocurridos en un lapso relativamente breve sobre los que la tormenta digital se ha abatido con promiscuidad trazando un hilo interpretativo inexorable. El mismo es enunciado con diferentes etiquetas que establecen un común denominador que se fija incuestionablemente en la opinión del público: la revuelta anti elitista, la época de la "posverdad", el auge nacionalista, son los ejes explicativos; se reduce la complejidad de procesos que quedan descontextualizados por mor de la búsqueda inmediata de razones omnicomprensivas. El relato banaliza los procesos y cae en la falta de rigor que se denuncia que existe en los propios eventos por los supuestos falsificadores de la verdad prístina. Por otra parte, no solo se explica el pasado sino que adquiere fuerza predictiva de lo que queda por venir, sea el próximo plebiscito italiano o las elecciones francesas.
Si la comparación es un mecanismo básico del conocimiento, es manifiesta la distorsión que encubre la peculiaridad de dos plebiscitos de naturaleza muy diferente junto con una elección presidencial que a la postre también ha tenido un carácter plebiscitario. Trump forma parte de la plutocracia norteamericana, Santos y Uribe rivalizan en proclamarse el primer nacionalista colombiano y los distintos bandos de estas lizas electorales manosearon la verdad a su antojo aunque solo fuera por la simplificación de los hechos. Meter en un mismo saco todo ello para dar sentido al momento actual es una osadía digna de grandes historiadores que solo el paso del tiempo contrasta, hacerlo ahora es de embaucadores que confunden más que aclaran, cuando no sirven intereses dudosos.