OPINIóN
Actualizado 29/11/2016
Redacción

Que los pájaros persiguieran a las escopetas. Algo así pretendía el grupo popular de las Cortes cuando propuso que entre los comparecientes en la comisión de investigación sobre los sobrecostes del Hospital de Burgos figurara el secretario autonómico del PSOE, Luis Tudanca, promotor en su día de una fallida denuncia ante el Tribunal de Cuentas.

Naturalmente, el tiro le salió por la culata, ya que tras escuchar la ristra de preguntas formuladas al efecto por el procurador Ángel Ibañez -en las que se adivinaba de lejos la mano del portavoz popular, Juan José Sanz Vitorio, y del autor intelectual de la ocurrencia, el ahora vicepresidente dela Junta, José Antonio de Santiago-Juárez- Tudanca se despachó a gusto contra el desaguisado del hospital burgalés, pidiendo responsabilidades políticas tanto al presidente de la Junta como al consejero de Sanidad, a los que acusó además de mentir en sus respectivas comparecencias antes esta misma comisión. Y sobre su denuncia ante el Tribunal de Cuentas, el secretario autonómico socialista recordó que fue casualmente una ex ministra de Justicia con José María Aznar, Margarita Mariscal de Gante, la encargada de instruir el procedimiento.

"Ha sido la comparecencia mas decepcionante de las escuchadas aquí", se lamentó después Ibañez, quien, cual alma de cántaro, por lo visto esperaba que el líder socialista se autoflagelara ante la comisión y cantara las excelencias del hospital burgalés. Unas "excelencias" que por cierto han disuadido al gobierno de Juan Vicente Herrera de volver a aplicar el mismo modelo en la comunidad.

Pero si no quería caldo, el PP tuvo que tragar inmediatamente después con la amarga taza servida por el presidente de la "Asociación Sanidad Pública, Sí", Juan Antonio Ayllón, quién compareció pertrechado con un informe de 338 páginas que analiza con detalle el proceso que ha conducido a que el coste final del contrato haya pasado de los 1.010 millones previstos inicialmente a 1.667, cifra esta última que tampoco puede darse ni mucho menos como definitiva. Ayllón no se anduvo por las ramas a la hora de resumir la situación: "Este hospital ha costado una barbaridad, constructivamente en un desastre y funcionalmente una calamidad". Vamos, que lo pudo decir más alto, pero no más claro.

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