OPINIóN
Actualizado 25/11/2016
Redacción

Es enternecedor. Se ha perdido un gatito y sus dueños han distribuido por todo el barrio hojas volanderas que han pegado en toda superficie con posibilidad de adhesión y también me la han depositado en mi buzón de correos. El texto es de lo más interesante y significativo del amor a los animales, en concreto a un gatito tan bonito y cariñoso. Dice: "Gatito perdido? si lo veis cogerlo o avisadnos enseguida" en grandes letras rojas, y con la foto del gatito ocupando media página, además de los teléfonos, por supuesto. Cuando yo era joven leí aquella novela del escritor francés Gilbert Cesbron que se titula "Perros perdidos sin collar", que me llegó al alma. No se refería a perros ni gatos que pueden perderse y tienen sus dueños que quieren recuperarlos. Se refería, con una metáfora muy expresiva, a los que hoy se llaman "niños de la calle", que pululan, como los perros y los gatos perdidos, por las calles de las ciudades desde que el mundo es mundo, y sobre todo en las grandes ciudades desde que existen las grandes ciudades en la era industrial y siguen en la posindustrial y en la tecnológica, que han crecido vertiginosamente en los países nuevos a los que llamamos países en desarrollo. Esos niños se cuentan por millones, sobre todo después que han comenzado las migraciones masivas. Como no tienen collar, es decir ni dueño ni teléfono, nadie se preocupa de hacer una hoja al ordenador a ver si aparece y llevárselos a su casa, porque no tienen casa. Menos mal que algunas ONG, es decir algunas personas sensibles al dolor y la desgracia humana recogen a los que pueden y se los llevan a alguna casa de acogida, sea familiar o colectiva. Conclusión: que hay gatitos y perritos que "tienen más suerte" que los niños perdidos sin collar. Y que está muy bien que queramos a los gatos, tan monos y cariñosos. Y que también debemos ocuparnos de tantos niños que no tienen casa y andan perdidos por nuestras ciudades, porque son emigrantes o han perdido la familia o, si la tienen, como si no la tuvieran. Es doloroso. Pero nos acostumbramos al dolor de los otros.

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