Apoyarse en una rosa?
O en un lapicero despuntado, o en el borde de una escalera que no existe, en la cresta de la ola, sin tabla de surfista, por supuesto, en un mar sin agua, rebosado de cadáveres, teñido de rojo y negro. Lo inestable y lo efímero como morada...
Así es hoy la vida diaria de tantos seres humanos, sobre todo niños, expulsados por guerras de sus lugares de origen, conflictos que se discuten en asépticos pasillos pulidos y alfombrados que ellos nunca pisarán, traídos y llevados por fronteras que se reinventan, rasgada la piel del alma y ensangrentadas sus lágrimas por despiadadas concertinas, acrobáticos aleros con muchachitos negros que se rescuelgan como sombrillas sobre espléndidos campos de golf de este lado. Y allá campos de refugiados, dicen, yo digo sin-refugios, campos de intemperies, de sueños perseverantes y charcos contaminados, drámaticos clarooscuros que son foco impúdico de magníficas cámaras, de reportajes que nos impresionan y excitan nuestra más superficial solidaridad. Fotos duras, lacerantes, que ganan premios, porque ya no duelen.
Así son los niños del mundo, esos niños a los que celebrábamos ayer, "concienciados con la infancia", pero no nos engañemos, a nuestros niños de aquí , de este lado de las cámaras y de las concertinas, esas imágenes les dan risa, cuando se comentan en la clase de Valores, o les hieren el narcisismo enfermizo , hipertrofiado de selfies, y vienen los padres a decirle al profesor que cómo habla de esas cosas, que sus niños por favor, que mire usted, que ya tendrán tiempo... y te tapan la boca y te censuran la pedagogía del esfuerzo, y se ponen en huelga de deberes, y viva la juerga ( que para eso huelga y juerga tienen raíz común) y...
Y es que de valores aquí, de este lado de la valla, no sabemos mucho, ni nos importa, salvo los chocolates a los niños, la bolsa a los expertos en finanzas, y más que el valor, el precio, de la cesta de la compra, a los abuelos y a los pensionistas.
Por eso, si se trata de censuras, o de mordazas solapadas, en la trastienda de las aulas, y de los currículos desmembrados, casi prefiero callar?
Mejor voy a prepararme "una habitación en el aire, bajo los acróbatas y los pájaros... como un nido en el viento sobre la punta extrema de la rama" como cantaba la poeta Hilde Domin, otra exiliada, claro, censurada, clausurada su voz, de casa en casa, sin otro hogar que el lenguaje, de país en país, por América y Europa, huyendo del nazismo, soñando otra luz aquí en España, durante algún tiempo, junto a los grandes de la generación del 27, en la sierra de Guadarrama.
http://www.trotta.es/libros/hilde-domin-en-la-poesia-espanola/9788498791792/
"Mi mano busca donde agarrarse y solo encuentra una rosa como apoyo"
Apoyarse en una rosa, quizá sea un buen ejercicio de paciencia y humildad, pues, como dijera Hölderlin a propósito de los poetas, ¿para qué maestros y profesores en tiempos de necedad e indigencia?