Santa Isabel de la Trinidad y Manuel Benito Sendín
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SOCIEDAD
Actualizado 20/11/2016
Paco Blanco Prieto

Lo extraordinario de un hombre evangélicamente cristiano, humanamente ejemplar, machadianamente bueno y solidariamente testimonial / Este lunes, a las 20,30 horas, en el convento de los Carmelitas Descalzos se le tributa un homenaje con una conferencia

En ocasiones, la vida, sin previo aviso, guiña un ojo anticipando el encuentro fortuito del azar con la felicidad que acecha tras la novedad inesperada que toma cuerpo en la simpleza de una sonrisa, el rubor de un beso, la dulzura de una caricia, el aroma de un encuentro, ?. o la divina mirada seductora de fe, derramada en fotografía por una joven monja carmelita descalza, como de sucedió al doctor Sendín en el año 2005 al encontrarse con el beatífico rostro de sor Isabel, dulcificando el encuentro entre beata y galeno.

Tan casual y feliz tropiezo fue para don Manuel obra del Espíritu Santo que conmovió su alma de hombre bueno, provocándole la espontánea disposición de glorificar a tan humilde sierva de Dios construyendo un templo en su honor en el más profundo espacio espiritual de la República Democrática del Congo, eligiendo la ciudad fronteriza de Goma como sede de la iglesia que este médico salmantino edificaría allí, poniendo en manos del padre carmelita descalzo Luis Hernández Bueno, todo la ayuda económica necesaria para levantar junto al lago Kivu, limítrofe con Ruanda, un templo para los mil fieles católicos devotos de la monja que el pasado 16 de octubre fue santificada por el Papa Francisco con el nombre de santa Isabel de la Trinidad.

En ese lugar, amenazado por los volcanes Nyamuragira y Nyiragongo, ciudad acogedora de hutus ruandeses durante el genocidio de 1994, originario de la peor crisis humanitaria que imaginarse pueda, por falta de agua, comida, jergones y solidaridad; metrópoli donde murieron miles de refugiados por el cólera, la hambruna y el abandono, decidió el doctor Sendín testimoniar su fe en Dios y en las misiones carmelitanas con una iglesia para los devotos de la Santa.

Tras las primeras aportaciones económicas del mecenas salmantino, comenzó a edificarse el templo en el año 2006, y cinco años después era inaugurada la iglesia por el obispo, con una Eucaristía a la que asistieron más de mil cristianos nativos con sus coloridos ropajes, para alabar al Dios que adoraban desde su conversión, presidiendo el altar mayor las fotos hermanadas de Isabel y Manuel.

Atrás quedaron horas de insomnio, infatigable trabajo, esfuerzo comunitario, sinsabores compartidos, ilusión creciente, vigorosa esperanza, caridad hermanada, sobrada fe de carbonero, hermanamiento colectivo y maridaje eterno de los nativos con el médico lumbralense, que periódicamente giraba los dólares necesarios para hacer realidad el sueño comunitario y las aspiraciones de un pueblo cristiano carente de un lugar de oración donde recogerse.

Gran obra moral de pequeñas dimensiones físicas comparada con la anchura amorosa del corazón desprendido sin reservas por Manuel Benito Sendín y su esposa Ana Mari, cómplice y estimulo en la sombra del proyecto compartido por ambos, hasta que la vida dio a su mujer la espalda, sin darle oportunidad de disfrutar con el nuevo empeño del cardiólogo, una vez puesto el último banco en el templo congoleño.

Antes de hacer realidad este milagro templario, la salmantina iglesia de San Benito recibió en 1987 la caricia de nuestro hombre resolviendo a los feligreses el deterioro de su puerta de entrada, el porche y el artesonado, con el apoyo incondicional, generoso, sincero y silencioso de esta persona que no dudó en buscar arquitecto y costear los gastos derivados de la restauración, conformándose con recibir a cambio la bendición y gratitud del obispo Rubio Repullés, en nombre de la comunidad diocesana.

Actualmente, don Manuel sostiene con generosidad desmedida, dos orfanatos con sesenta niños cada uno, que allí se alojan tras ser recogidos en las calles de Goma, como perros callejeros abandonados al pairo de la vida y sin redención, hasta que cayeron en manos de la entrañable Albera, exmonja que abandonó al hábito carmelitano para dedicarse veinticinco horas cada día al cuidado de los pequeñuelos, con las monedas que el doctor Sendín le envía periódicamente desde la ciudad charra.

Todo ello, con silencio evangélico durante años, hasta que la santidad de Isabel proclamada por la Iglesia hace unos días, nos ha obligado a desvelar el testimonio de un hombre evangélicamente cristiano, humanamente ejemplar, machadianamente bueno y solidariamente testimonial, en una sociedad enferma de codicia, mentira, indiferencia, explotación y abuso, salvada de la pandemia insolidaria que nos invade, por personas como este nonagenario santo laico y entrañable padre de familia numerosa que le apoya, esperando solo ver a Dios un día, para sentarse a su diestra como hijo predilecto por la generosidad que nunca quiso mostrar al mundo.

Paco Blanco Prieto

Escritor e historiador

NOTA: Este lunes, a las 20,30 horas, en el convento de los Carmelitas Descalzos se le tributa un homenaje con una conferencia titulada 'Testimonio, compromiso y donación' a cargo del prior, Eusebio Gómez, colaborador de SALAMANCArtv AL DÍA

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