OPINIóN
Actualizado 20/11/2016
CÁRITAS

Érase, ahora, la Dignidad perdida por las Personas sin Hogar

La dignidad, o cualidad de digno o valioso, hace referencia al valor inherente al ser
humano en cuanto a ser racional, dotado de libertad y poder creador, pues las personas
pueden modelar y mejorar sus vidas mediante la toma de decisiones y el ejercicio de sus
libertades.

Las personas estamos creadas por Dios, para vivir en comunidad y esas comunidades
hacen un pueblo o una ciudad, que es como a día de hoy vivimos. Pero si una persona de la
comunidad está en la calle sin hogar, lo que se ha perdido es la dignidad de un pueblo por no saber ayudarla. Si le falta un hogar, automáticamente se pierde la dignidad humana, no puede hacer usos de sus derechos, de sus libertades, ni toma de decisiones al ser una persona nómada sin destino propio; su destino se convierte en la supervivencia del día a día, soportando la exclusión social y el rechazo de una mayoría de esta sociedad hipócrita y materialista. Por eso quiero dar testimonio de esa dignidad perdida por las personas sin hogar, que es sin lugar a dudas, la dignidad de todos.

Cómo me puedo sentir digno de ser persona y estar tranquilo, si a cualquier sitio que
viajo veo personas abandonadas, sin techo, sin dignidad, sin derechos, sin libertades. No
podemos, ni debemos consentir quedarnos pasivos y hacer de lo inmoral, moral, de la
realidad una excusa de conformidad, por no ser empáticos con estas personas. No seríamos merecedores de esa dignidad, si nos quedamos de brazos cruzados, aunque sé, y me consta, que desde Cáritas se lleva luchando por esto más de 50 años. Debemos seguir aportando nuevas ideas, nuevas llamadas de atención y sensibilización a la sociedad, ya que formamos parte de esa comunidad de personas creadas por Dios. Por eso quiero dar un testimonio de mi dignidad, que es la de todos; y la de todos es mi dignidad.

El artículo primero de la Declaración de Derechos Humanos de 1948 dice: "todos los
seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos ". A día de hoy esto no es así.
Por eso mi testimonio es para solidarizarme con esas personas sin hogar, sin derechos,
sin dignidad, de ese colectivo al que pertenecemos todos, tu, ese, aquel, yo? y todos con los que debemos luchar. No caigamos en el error de creer que lo que les pasa a los demás no nos concierne a nosotros, porque todos somos parte de la comunidad. Luego; esta la gran pregunta ¿y yo qué puedo hacer? Podemos hacer muchísimas cosas, y lo digo con conocimiento de causa; porque yo he estado en las dos caras de la moneda. Cuando por un error, desgracia, adicción o incluso el destino te ves en la calle, en tu cabeza se fragua el fracaso, la incompetencia, la desvaloración, el rechazo, la culpabilidad hacia ti mismo, tu sistema locomotriz se vuelve en tu contra y entonces necesitamos algo o alguien que nos motive a recuperar lo perdido. Cuando una persona está en la calle, lo que experimenta es Abandono, que lleva a la Pérdida de Autoestima, que conduce al Rechazo De uno Mismo, al Abandono Personal que te Aísla y te conduce a la Autodestrucción (Física y
Psíquicamente, Adicciones etc...).

Si no hay algo o alguien que le haga de ver que es una persona como las demás, con
la misma dignidad, derechos y libertades, la persona se autodestruye. En esa lucha es donde entramos todos: cualquier gesto de humanidad continuado, hace que todo lo anterior vaya desapareciendo. Que no nos quepa la menor duda de que los grandes logros de la humanidad comienzan por un primer paso que es la intención. Y ese es nuestro primer paso. Intentarlo y hacerlo.

Si permitimos que haya personas en la calle, sin hogar, sin derechos, en exclusión
social, estamos permitiendo la indignidad humana, lo inmoral, el rechazo de nuestros
semejantes, que en realidad somos nosotros mismos.

Hoy me atrevo a escribir, hoy me atrevo a mojarme, porque nos vean pisoteados
aquellos derechos naturales, que pertenecen a cualquier persona, sea de la clase social que sea, color, religión, inclinación sexual, hombre o mujer.

Entre todos tenemos que cambiarlo; porque yo también he formado parte de esa
situación ¡?yo era?!y puedo llegar, como podemos llegar cualquiera, a ser una persona
SIN HOGAR.

Quizás el silencio de estas personas descuidadas, ocupadas solo por la supervivencia
del día a día, sea una llamada de atención, a todos los valores habidos y por haber:
Solidaridad, Afecto, Amor, Empática, Dignidad, Voluntariedad, Caridad?, ya que de ellos
recibimos muchos más valores que nosotros les damos: Silencio, Humildad, Valor,
Conformidad, Discreción, Fortaleza, Heroísmo, Sabiduría pero sobre todo Perseverancia en la lucha por la supervivencia y lo más difícil, aceptar que están excluidos de la sociedad.
Es tiempo de abundancia irreal?, es tiempo de honestidad voluble?, es tiempo de
extroversión diplomática?, es tiempo de tradicionalismo opaco?, es tiempo de la sinrazón?.

Sin un compromiso ético hacia nuestros semejantes, las Personas Sin Hogar seguirán
formando parte de una sociedad, pobre e inmadura en valores, en ética, en civismo. Y de un cínico comportamiento cargado de prejuicios inmorales por el miedo a saltar la barrera del que dirán, si me ven con una persona de la calle, una Persona Sin Hogar.

Un detalle, un gesto, algo que por un momento a nuestro lado estas gentes se sientan
ni más ni menos lo que son; PERSONAS. El destino de la Dignidad de las Personas Sin Hogar lo podemos cambiar si somos conscientes de que son personas como nosotros.

Las personas de a pie debemos solidarizarnos, siendo el punto de apoyo y la ayuda
incondicional de Personas sin Hogar porque las instituciones y políticos no se dignan a hablar de este problema ni un minuto. Es noticia cualquier cosa, y sin embargo no es noticia que un 28,6% de la población esté al borde de la exclusión social. Que las personas se mueran en la calle, pasando hambre, frío, enfermedades y otras necesidades del alma y no mueren dejados de la mano de DIOS, mueren dejados de la mano de sus semejantes: las personas.

Posdata. Si asistimos impasibles al robo de la dignidad de las Personas sin Hogar, estaremos perdiendo el respeto hacia nosotros mismos, por no sembrar el respeto que quisiéramos para nosotros y para generaciones venideras.
El respeto de los derechos humanos no nace en un libro, en un filósofo, o en una utopía,
nace de nuestro propio respeto.

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