OPINIóN
Actualizado 17/11/2016
Redacción

En estos momentos, en los que la definición de cada uno parece que está de moda, en la que la genta busca etiquetarte y etiquetarse, me parece que lo importante no es la marca, el marchamo, sino la coherencia, el respeto y el sentimiento.

Hay quien se empeña en acercarse o alejarse de Trump, quienes se autodenominan liberales, conservadores, izquierda, parte de la trinchera, en un resurgir de la violencia y estética guerrillera o frentista.

Por mi parte, quiero defender el respeto, la paciencia, el sosiego y el trabajo meditado, la democracia, la libertad y la defensa de la Ley, las formas y la supremacía del Derecho frente a la algarada, la violencia o la falta de respeto a la organización creada y dada por la mayoría del pueblo.

Creo en España, en su unidad, en el valor y respeto a la bandera, al himno, como símbolos de todos, del espíritu y fuerza de una Nación seria, grande, con claros y oscuros, pero importante y de la que podemos sentirnos orgullosos.

Creo en Dios, en la vida, en su necesario respeto, en la necesidad de hacer que todos tengamos las mismas oportunidades, en ayudar al que lo precisa y en la obligación de todos de poder vivir, disfrutar y complacerse con un sistema sanitario de calidad y gratuito, como la Justicia y los Servicios Sociales.

Creo en un Estado social y democrático, pequeño, austero, con pocos políticos y técnicos muy profesionales, sin ideología en su función, con una conciencia clara de que están para servir a los ciudadanos de los que dependen, que lo que cuestan los servicios es gracias a todos, que el dinero público sale de los bolsillos de aquellos a los que sirven.

Creo en la política como un servicio, como algo respetuoso, un trabajo intenso y siempre limpio, decente que se debe someter a sus ciudadanos, realizarse temporalmente y aportando lo que de bueno tenga uno en el que no importa la declaración de la renta, sino el trabajo, la decencia entendida esta en su faceta no lega, que también, sino en la moral y coherente, por la que no puedes criticar lo que tú estás haciendo.

Creo en la Justicia social, en la economía de empresa y en libertad, en la educación libre, de calidad y para todos, que nos permita conocer nuestra historia, nuestra lengua, nuestros valores, sin manipulaciones, sin abrir zanjas, sin abrir heridas, que nos permitan vivir y creer en nosotros mismos.

No creo en los radicales, los ultras, los xenófobos, en los que se empeñan en teorías de género, de diferencias, de exclusión, de división, que no asumen nuestra civilización o buscan el enfrentamiento, la trinchera, la violencia.

Y, por creer en todo esto, me llaman facha. Pues lo siento, pero lo soy, y a mucha honra.

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