OPINIóN
Actualizado 14/11/2016
Redacción

En este paraíso confluyen aguas que surgen de variopintos veneros del Valle del Ambroz, de Las Hurdes, de la Sierra de Francia y Béjar, del Puerto de Honduras y tantos otros. Unas osan hacerlo en torrentes, otras lentamente, e incluso las hay que, a hurtadillas, en su corto vagar desde las sierras, buscan acomodo, para abrazarse todas en mutuo sentimiento. Este es lugar para que cuenten sus historias, sus romances serranos, los que siempre han habitado en las cimas que miran hacia el sur y que coronan el valle. ¡Tantas historias contadas y tantas por contar! Historias con aroma a pino, a jara, a castaño, a lavándula, eucalipto, retama, tomillo? Aguas sabias en su vagar porque lo impregnan todo, de todo se amamantan y ahora se me muestran -casi cautivas- en un inmenso envase de perfumes seductores.

Todas se apaciguan y ahora hablan el mismo lenguaje; un lenguaje que invita al sosiego, que acomoda y calma la sed de los sentidos. A través de la retina, aquí, el agua inunda el alma, porque es agua que invade, nutre ?por eso es savia también-, da vida y purifica.

El agua escribe

partituras de vida

sobre la tierra.

La tierra enloquece con tanta caricia y explosiona jubilosa en forma de imágenes, aromas, sonidos? y deja que el cielo, al reflejarse, baje a colmar la sed de la distancia en solo un parpadeo.

Aquel envase de perfumes es ahora embalse que oculta en su fondo posos en forma de tesoros ocultos y restos de recientes y trágicos naufragios que bien conozco, ataviados con vestimentas azules y blancas.

Luego de embelesarse en este paraíso, busca alivio hacia el sur y hacia poniente, a la vez que entona su música, ansiosa de horizontes.

Imagen y texto: Carlos Blanco

Embalse de Gabriel y Galán

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