Año tras año? ¿es imprescindible que los espíritus nos hieran de otoño?
¿Acaso sus artes necesitan de ese recordatorio anual?
Desvalidos mortales y sus torres de viento.
¿Quién dijo que imaginar dejar de ser no duele?
¿Qué oráculo o profeta saciaría nuestra angustiosa certeza del dónde, del cuándo y del cómo?
Si pudiésemos elegir?
Probablemente noviembre sería el mes más querido para rendir la vida y dejarse ir? tan acompañados.
Si supiésemos cuándo, y tuviésemos aquel valor antiguo, llegado el momento nos emboscaríamos con la neblina nemorosa de los montes y, acurrucados en un recodo blando y terroso del bosque, de cualquier bosque, dejaríamos que los árboles, al desangrarse, nos fueran arropando con el suave manto de sus hojas.
¿Acaso alguien podría substraerse al hechizo cabalístico del todo?