OPINIóN
Actualizado 13/11/2016
Redacción

Se nos acaba de marchar de este mundo Agustín Casillas, uno de los más altos artistas salmantinos contemporáneos. Lo despedíamos en una mañana de niebla ?tan salmantina? en la iglesia de San Martín; como si la niebla fuera una cortina de acceso al misterio, en el que ya se halla Agustín.

Para captar la importancia y trascendencia de su creación escultórica, hemos de situarla dentro de esa escuela contemporánea de escultores castellanos, a la que por derecho pertenece la figura de Agustín Casillas, que, dentro de los parámetros de una renovación del realismo, crean obras de una extraordinaria reciedumbre, de un incuestionable telurismo, para plasmar tipos humanos populares, o figuras procedentes de la tradición literaria, mitológica o religiosa, que nos sobrecogen por una belleza recia y al tiempo luminosa, surgida de la honda raíz de la Meseta, pero, al tiempo, en alianza con esa luz tan matizada de nuestros cielos altos.

Tal tradición escultórica castellana contemporánea es inaugurada por Julio Antonio, por el palentino Victorio Macho, y a ella pertenecen escultores tan significativos como el segoviano Emiliano Barral, el bejarano Mateo Hernández, el zamorano Baltasar Lobo, que es el que más avanza hacia una esencialización muy cercana a una suerte de des-realización figurativa, y también, Agustín Casillas.

Estamos ante un artista arraigado, entrañado en la tierra y en la vida próxima, fiel a su lugar de origen, Salamanca y sus tierras, pero, al tiempo, con vocación universal, de plasmar lo humano verdadero, tanto la temática culta, como popular.

Agustín Casillas, a lo largo de su dilatada vida, ha sido fiel a su destino de artista, con una fidelidad y una constancia en su tarea, que ha dado como fruto una dilatadísima obra, cuyos asuntos esenciales han surgido a partir de la mitología, del mundo literario, del ámbito de personalidades destacadas en la cultura o en la historia, así como ?y sobre todo? del mundo popular salmantino, de esos seres intrahistóricos y humildes que sufren la historia y que viven en sintonía con el medio natural del que forman parte: segadores, labradores, pastores, campesinas, tamborileros?, Agustín Casillas, a través de sus esculturas, dignifica y hace acceder al mundo de la belleza y del arte a todo el pueblo llano de nuestra tierra, con ese estilo sobrio, esencial y, al tiempo tan personal e identificable que caracteriza toda su escultura.

El espíritu de la tierra, el ser de nuestras gentes más populares se transforman en arte, y también en memoria, gracias a la creación escultórica de Agustín Casillas, autor de una obra artística que, por su valía y talento, está llamada a ser perdurable, a vivir en la permanencia, que es el alto destino que espera siempre a las creaciones artísticas verdaderas y memorables.

Y ahora es tarea nuestra, es responsabilidad de todos, el hacer que el patrimonio artístico que nos ha legado a toda la sociedad Agustín Casillas, lo conozcamos, valoremos y transmitamos a las generaciones futuras.

Para ello, habría que conocerlo y reconocerlo, inventariarlo, catalogarlo, exponerlo (dedicándole salas en los museos salmantinos que se juzgaran más convenientes y adecuados) y hacer que tenga esa proyección de permanencia que, por su alto valor artístico, le pertenece.

Es una responsabilidad de todos, ciudadanos y autoridades.

El ser de Agustín Casillas, tras una vida dilatada y entregada, abnegada y generosa, sobria y sin hacer ruido siempre, se nos ha marchado, ha cumplido su misión en el mundo. Su memoria pervivirá siempre a través de una obra hermosa y muy humanizada.

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