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OPINIóN
Actualizado 12/11/2016
Manuel Lamas

Todas las culturas, a través de los siglos, han aceptado la simbiosis de alma y cuerpo. Sin embargo, la integración de estos dos elementos resulta muy difícil si advertimos que, ambos, tratan de mantener su independencia.

La falta de entendimiento entre el alma y el cuerpo, nos induce a pensar que se trata de potencias contrarias, difíciles de armonizar en la misma causa. La rebeldía del cuerpo, con sus apetitos sensitivos en ebullición, contrasta con el principio rector del alma, encargado de gobernar los impulsos de la materia.

Sobre el alma, se ha señalado que su destino trasciende nuestra realidad, y ha de encontrar lejos de esta su mayor plenitud. Del cuerpo, ¿qué podemos decir? Se trata del soporte de la vida; del habitáculo, a través del cual, percibimos las nociones del alma. Es el cuerpo, por tanto, la parte visible, necesaria y creíble; la que no ofrece dudas sobre la única realidad que comprendemos. El alma es otra cosa, quizá el timón que dirige nuestra nave hacia un destino incierto.

Sobre esta materia, no estaría mal recordar los pronunciamientos de dos filósofos nada sospechosos. Sostenía Aristóteles: El alma es la forma del cuerpo, principio individual de su organización y funcionamiento, y no puede existir separada de él. En la tradición platónica, es la substancia inmaterial que posee naturaleza inmortal. En nuestro tiempo, el concepto de alma se sustituye por "mente", quedando relegada su definición inicial a los campos estéticos y religiosos.

Lo cierto es que, la ignorancia de nuestra condición, impide cualquier análisis sobre la naturaleza del alma. Sabemos que es la promotora de todos nuestros actos. A través de la conciencia, percibimos la naturaleza de los mismos, pero nada nos impide realizarlos.

Siendo evidente que el alma constituye la sustancia y el cuerpo la forma, nuestra configuración como personas no puede mejorar sin la intervención que quien nos creó. Sin embargo, nuestra ignorancia sobre esta materia, por alguna razón, forma parte de la voluntad divina.

Ciertamente, es el alma el impulso vital que gobierna la materia. Pero no se trata de una sustancia homogénea en todos los seres humanos. Las almas, completan su configuración a través de la experiencia. Quien ha tenido una vida difícil quizá tenga su alma inquieta, temerosa y generadora de conflictos. El que ha recibido la educación adecuada, dispondrá, de mayores ventajas para gobernar la materia. Decimos entonces, que tiene un alma equilibrada, capaz de dirigir sus pasos con acierto.

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