OPINIóN
Actualizado 12/11/2016
María Fuentes (Fotografías: Pablo de la Peña)

Cada día se está arraigando más en nuestra sociedad, la mala costumbre de exigir nuestros derechos y olvidarnos de nuestras obligaciones. Bien es verdad que la clase política que nos quiere representar, la que nos representa y los que revolotean liando la madeja, son los primeros que sólo saben de derechos (si no se lo inventan) y se olvidan de las obligaciones (incluso de las básicas).

Tenemos derechos de todo tipo, variedad y calidad, tenemos derechos de denuncia, aunque algunas veces sea falsa y con ello infrinjamos el deber de decir la verdad, el deber de la honestidad, el deber del respeto al prójimo; tenemos el derecho a una vivienda digna, aunque luego chalaneemos con ella enterrando el deber de respetar al que de verdad necesitaba el techo sobre su cabeza; tenemos el derecho de hacer una huelga de tareas escolares, aunque nuestro deber los sustituyamos con la "play", con Salvame o con los hermanos mayores de Savin; tenemos todos los derechos del mundo, pero nos olvidamos que cada uno de ellos se sustenta en el cumplimiento de nuestras obligaciones.

Hemos acostumbrado a nuestro cerebro a embotarlo de placeres y alegrías y le hemos obviado cualquier sufrimiento. Hemos puesto en la mesa platos cargados de viandas y nunca nos planteamos dar descanso a nuestro estómago, hemos reído, saltado, y abrazado y nos olvidamos de la necesidad que nuestro lacrimar funcionase, de lo que sufrían nuestras rodillas en cada salto al vacío, nos olvidamos de nuestra soledad y nos engañamos pensando que siempre estaríamos en un revuelto de brazos y besos.

Y ahora los vientos que azotan de uno y otro lado nos recuerdan que hemos de hacer lo que antes no hicimos, que tenemos que cumplir lo que dejamos a un lado, que tenemos que asumir lo que en su día delegamos para el recién llegado sin olvidar que ahora él tiene los mismos derechos que nosotros y además está acostumbrado a asumir sus deberes.

Exponemos en RRSS, en prensa de todo tipo de medios de comunicación noticias y momentos para forzar la lágrima en el ojo ajeno, manipulamos la sociedad para conseguir un beneficio personal, exponemos circunstancias más falsas "que la burra de Balán" que diría mi padre, nos afligimos de forma estentórea ante situaciones sociales externas y ni tan siquiera giramos la cabeza al que tenemos a nuestro lado, al que compartió una historia con nosotros, el que se mojó en los mismos charcos, se rebozó con el mismo barro, compartió bocadillo en los fríos recreos de aquel patio de un colegio dónde trabajar era un deber que se cumplía y bajar los brazos no lo cubría ningún derecho reivindicativo.

Hemos llegado a un momento de majadería tan profundo, que lloramos por los derechos posiblemente perdidos con la llegada del nuevo presidente de E.E.U.U, por su inclinación política o por su vehemencia socio-personal, pero ni nos planteamos las situaciones vividas en nuestro país imposibilitando un gobierno con medidas dementes por el sólo hecho de salir en la foto sin el más mínimo interés de aportar algo que no sea una idea a la ya preestablecida de cerrar la cremallera al salir, dejando el fajo bien engomado.

Incluso, jaleamos las decisiones personales de ínclitos dirigentes de asociaciones de beneficencia cuando no aceptan donativos provenientes de un mundo de cuernos, rabos y dos?por la posible reacción de los liantes de turno, esos que ni "joden" ni dejan "joder". Sin pensar que lleva aparejado que algunos no llevaran comida a su estómago con esa decisión.

Siento decirlo, pero más pensarlo y callarme, estamos en un mundo de estupidez, tan elevado que a todo le ponemos color, ideología e incluso apología, pero obviamos otro sentido básico: el olor y les prometo que no es a channel.

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