OPINIóN
Actualizado 10/11/2016

Cuando uno piensa en pueblos medievales, la imaginación suele llevarle fuera de España. Por suerte, la realidad es otra, y es que nuestro país goza de infinidad de villas que permanecen inalterables al paso del tiempo. Ese es el caso de Santillana del Mar. Ubicado en Cantabria, a escasos kilómetros de Torrelavega, este municipio posee un conjunto de características que lo hacen único y, sobre todo, mágico.

Nada más llegar al pueblo y observar la belleza de las calles empedradas, los suntuosos edificios que parecen esconder millares de historias en su interior, la naturaleza omnipresente? te das cuenta de que la bienvenida a los turistas es especial, diferente. Aquí los hoteleros son cálidos, amables, vayas donde vayas te hacen sentir como en casa, siempre con la sonrisa puesta. Y como un nexo de armonía, ese trato se extiende al resto del pueblo, al personal de los restaurantes, las tiendas, los museos?

La oferta hostelera es amplia y en general puedes disfrutar de platos típicos del norte, comida casera como ''la que hacía la abuela''. Además, los restaurantes suelen ser pequeños e íntimos, manteniendo esa sensación tan familiar ya citada. Y los precios son asequibles, sobre todo si te adaptas al menú del día, algo fácil de conseguir.

Ya con el estómago lleno, te sorprenderás al ver a lo lejos un esqueleto que cuelga enjaulado. No, no estás soñando, es que Santillana del Mar es famosa por su Museo de la Tortura, que cuenta con una amplia muestra de los instrumentos que utilizaba la Inquisición. Normalmente las ventanas están abiertas, ya que, según cuentan, los visitantes suelen marearse ante semejante exposición. No es para menos, ya es que el ambiente resulta opresivo.

Pero si lo que necesitas al salir es un respiro, nada mejor que acercarse a la colegiata de Santa Juliana para admirar las maravillas del románico y de paso, relajarse con las vistas del claustro.

Como colofón, sería un pecado que abandones Cantabria sin haber visitado Altamira, ya que se encuentra a escasos minutos en coche de Santillana del Mar. Eso sí, solo unos pocos afortunados podrán adentrarse en la cueva original mediante un sorteo que realizan los viernes. Los demás disponen de la Neocueva, una réplica en medio de un museo de lo más interesante sobre el hombre de Altamira.

Una cosa es segura, y es que al final del viaje acabarás haciéndote la inevitable pregunta: ¿quién iba a pensar que un pueblo tan pequeño tendría tanto que ofrecer?

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