OPINIóN
Actualizado 07/11/2016
Redacción

Imitando el título de la famosa novela de Ramón J. Sender, y fresco el recuerdo del día de los difuntos, hoy quiero rendir homenaje a ese anónimo soldado español que ofreció su vida en cumplimiento del deber. Es tradición en las FAS, en los lugares donde existe guarnición, nombrar una comisión que asista al cementerio de la ciudad para rezar un responso en la zona reservada al efecto. No quiere la familia militar que quienes murieron sirviendo a su patria se queden sin una oración por su eterno descanso, como hacemos todos por nuestros propios familiares.

Han tenido que transcurrir 40 años de democracia para que la institución militar sea valorada en su justa medida. A pesar de no pocas reticencias, alguna que otra traba, exabruptos de populistas y nacionalistas y, lo más lamentable para la verdadera eficacia de un Ejército, la continua poda del presupuesto anual de Defensa; a pesar de todo, digo, las FAS españolas gozan de gran prestigio mundial, contrastado en el desarrollo de las múltiples misiones internacionales en las que toman parte militares españoles, a la altura hoy de los mejor preparados.

Hemos tenido algún político que se esforzó en convencer a los españoles de que nuestras fuerzas militares participarían solamente a misiones de paz y que nunca estarían en peligro. La realidad, por desgracia, es otra. El no va más de la insidia se llevó hasta el extremo de cambiar la letra de la oración que se reza en el acto de homenaje a los caídos. Parece ser que en el Ejército debe estar prohibido hablar de la muerte. Una de las frases originales decía: No supieron morir de otra manera. El ministro del momento ordenó cambiarla por: No quisieron vivir de otra manera.

Quien voluntariamente elige la profesión de las armas, conoce mejor que nadie los efectos de la guerra; y, porque los conoce bien, la odia como el que más, pero, a la vez, es consciente del peligro que corre. A pesar de todo, y como dijo Pedro Calderón de la Barca, soldado de la Infantería Española,: "Aquí la más principal hazaña es obedecer, y el modo como ha de ser es ni pedir ni rehusar"

En una tertulia radiofónica acabo de escuchar las impresiones de un político que, en compañía de otros observadores, ha efectuado una visita a destacamentos españoles en zonas muy conflictivas. Por tratarse del ex secretario general de Comisiones Obreras, José María Fidalgo, personaje imparcial y nada dudoso a la hora de opinar libremente, hay que valorar debidamente sus comentarios. Reconoce la extraordinaria preparación de hombres y mujeres de las FAS que desempeñan labores de seguridad, formación, socorro y acompañamiento a la población civil, hasta el extremo de hacerse querer y respetar. Al mismo tiempo da fe del grado de preparación de las tropas españolas, así como la capacidad para el mando de aquellos oficiales a quienes se ha puesto al mando de unidades multinacionales. Acaba de conocer al Ejército español en el que, dice, ha dejado muchos amigos.

Pues bien, a todos esos soldados, nuestro cariño y apoyo. Conscientes de que la muerte está donde menos se espera, y de acuerdo con Calderón cuando afirma que "la milicia no es más que una religión de hombres honrados", a quienes dieron su vida por la mayor libertad y seguridad de todos nosotros, nuestra oración y nuestro recuerdo. Descansen en paz.

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