Dentro de pocos días se celebrarán en los Estados Unidos de América elecciones a la Presidencia. Los candidatos son en esta ocasión la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump, burros y elefantes se enfrentan de nuevo con resultado incierto y preocupante para muchos. Por cierto es curiosa la historia de estos animales adoptados como símbolos por ambos partidos.
Los burros demócratas utilizan este emblema desde 1828 por entonces el aspirante a la presidencia era Andrew Jackson, apodado el "burro" por su poca inteligencia y tozudez. En principio pareció algo peyorativo pero Sr. Jackson tuvo la habilidad de enfatizar las mejores virtudes del animal destacando su enorme capacidad de trabajo y su modestia. La respuesta de los republicanos fue adoptar al elefante, un animal dócil pero de gran inteligencia.
Bueno a lo que vamos. Yo creía que lo importante en las campañas electorales, en todas ellas, eran los programas que presentan los distintos candidatos, pero a las vista de lo que viene sucediendo en muchos países, incluido el nuestro, ahora lo importante prerecen ser las personas, el resto es secundario. Porque las campañas son cada vez más personalistas y se vuelcan en airear, desde los diferentes aparatos de propaganda, los defectos, fallos o vicios de cada uno de los candidatos rivales. Campañas que se podrían calificar más de " rosas o amarillas" que de políticas.
Informes médicos, comentarios inoportunos, corrupciones, mensajes y fotos privadas, locuras del instituto o la universidad, inapropiadas conductas sexuales, amistades poco recomendables, todas estas cuestiones ganan protagonismo frente a los contenidos de los programas políticos. Incluso los periodistas más prestigiosos y la prensa más especializada caen en la trampa, contribuyendo con ello a transformar el debate sobre politicas públicas en una especie de gallinero social, de "reality show", tipo Sálvame, Supervivientes o Gran Hermano, con el único objetivo es vencer al resto de adversarios a costa de lo que sea.
España ya no es diferente y siguiendo la tónica general de esta nueva ambientación de las confrontaciones políticas salta un nuevo escándalo: El portavoz de Podemos en el Senado, Ramón Espinar, vende un piso de protección oficial obteniendo un beneficio de 35.000 euros. Y esto para su partido no es una investigación sino una conspiración. Curiosa vara de medir.
Como uno es prisionero de sus palabras será bueno recordar que Ramón Espinar, hace apenas un año y como diputado de Podemos en la Asamblea de Madrid, interrogó Ignacio González, durante la investigación de la venta de vivienda pública de la Comunidad a un fondo de inversión. En aquella ocasión el señor Espinar afirmó: "El objetivo final de la promoción de vivienda pública no es venderla, el objetivo final de la promoción de vivienda pública es garantizar el acceso al derecho a la vivienda de la ciudadanía que no puede acceder en mercado libre. Ese es el objetivo". Incluso echó en cara con cierta arrogancia a González "La vivienda protegida es para la gente, para que usted me entienda, que no tiene testaferros en Delaware para comprarse áticos en Estepona y necesita acceder a la vivienda en régimen de protección".
Quizás ni Donald Trump, ni Hillary Clinton, ni el diputado autonómico, por ser demasiado joven, tengan noticias del siempre polémico periodista deportivo José María García, de una de cuyas sentencias me acuerdo siempre en estos casos: Para tener la boca grande, hay que tener el culo limpio. Pues veremos qué pasa.