OPINIóN
Actualizado 04/11/2016
Redacción

Pese a que de puertas afuera la Junta de Castilla y León se manifieste satisfecha de la composición del nuevo gobierno Rajoy, lo cierto es que las expectativas ocultas de Juan Vicente Herrera no se han visto para nada colmadas. No me refiero a que él no haya sido ministro -algo que era el primero en saber que no estaba en absoluto a su alcance- sino porque no se ha confirmado ninguno de los dos cambios que hubieran sido celebrados en el Colegio de la Asunción.

Uno de ellos era la jubilación de Cristóbal Montoro, quien, tras la desaparición en combate de José Manuel Soria, era el ministro más detestado por el gobierno Herrera. Aunque ha perdido su competencia en Administraciones Públicas, Montoro se ha salvado de la quema y la Juntase las tendrá que ver de nuevo las caras con él a la hora de revisar el espinoso sistema de financiación autonómica.

La otra expectativa frustrada ha sido la incorporación al gobierno del diputado por Ávila y vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Casado, que venía siendo fijo en casi todas las quinielas. A diferencia de Fernando Martínez Maillo, la gran bestia negra para Herrera y su círculo de poder, Casado mantiene muy buena sintonía personal con el presidente de la Junta, quien sin duda hubiera aplaudido con las orejas su unción ministerial.

No va a decir "El topillo" que Castilla y León ha perdido peso en el Gobierno porque haya dejado de ser ministro el vallisoletano Jorge Fernández Díaz, quien nunca ha tenido la menor vinculación política con esta comunidad. Por esta misma razón tampoco fue de lamentar el relevo en la cartera de Fomento de la zamorana Ana Pastor, ni tiene repercusión política de ningún tipo para Castilla y León el hecho de que el diputado "cunero" por Palencia Iñigo Méndez de Vigo añada a la cartera de Educación y Cultura la función de nuevo Portavoz del Gobierno.

Por lo demás, confirmando todos los pronósticos, siguen en sus puestos las vallisoletanas Soraya Sáez de Santamaría e Isabel García Tejerina. La relación entre la vicepresidenta y el presidente de la Junta nunca ha sido lo que se dice efusiva. Por el contrario, Herrera está encantado con la ministra de Agricultura, a la que le hubiera gustado ver como cabeza de lista al Congreso por Valladolid. Desde la óptica de Castilla y León, el nuevo gobierno Rajoy ni siquiera ofrece margen a la interpretación lampedusiana. Sencillamente todo sigue igual porque nada ha cambiado.

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