OPINIóN
Actualizado 04/11/2016
Eutimio Cuesta

Esta mañana gris y lluviosa, me he levantado un tanto desorientado, como extraño, como si no fuera yo, ni el día de mi santo. Y me he preguntado ¿soy ya tan viejo? Nada más llegar de mi paseo, me miré en el espejo; me vi igual que ayer, pero yo creo que, de donde procede "esto de sin estar en mí", es de dentro, que voy perdiendo esencia, ilusión dentro de mí, ¿o me la están esquilmando las decepciones de los avatares del momento? El caso es que las circunstancias frustrantes me están aconsejando tomar la cayada, calarme la gorra sobre los ojos, colgarme la colilla del extremo de los labios y sentarme en el poyo de la puerta, o que me coloquen ya a la cola. Algún amigo ha intentado animarme con piropos de cumplido, que agradezco, pero son, simplemente, requiebros.

Y con esta moral baja, me he sentado ante el ordenador, pero, antes de ponerme a escribir, he mirado por la ventana y aún sigue lloviendo, y me ha dicho la radio que aún va a llover mucho más, hasta la anegación de los campos de las Dos Hermanas.

Y, en estas estaba, cuando me vino a la mente el recuerdo de la época de los caciques; de aquellos señores que nunca daban la cara, pero trenzaban y dirigían la vida de los demás desde la soledad de la cocina al amparo de la lumbre. Entretenían su mirada contemplando la incandescencia de los tarugos de leña y el rescoldo de la garrobaza, mientras su voz solemne y "juiciosa" aleccionaba y daba órdenes a sus fieles cumplidores. Y, como las apariencias engañan, yo, cauto de mí, me creí que esta figura había desaparecido de la vida pública; mia qué por donde, por la simple rebeldía de una de las marionetas, el cacique o caciques empiezan a retoñecer y a aflorar en unos terrenos, que se me antojaban eriales para esta simiente. Y, además, con la complicidad de los medios; o sea, que el caciquismo aflora con más fuerza y con más descaro. Y su reacción es también cainista, aunque el golpe sea incruento: hoy, utilizan el eufemismo del golpe de mano o defenestración, pero no deja de ser un leñazo, que ha dejado a la sociedad perpleja, y a los caines y abeles desorientados, rotos y sin destino. Les queda el consuelo de que, al menos, aún conservan el "solar", pero su imprevisión ha sido tan insensata, que ha vaciado de contenido un futuro proyecto, ¿O es que no existe? Los apresuramientos traen consigo estos desmanes.

Un paisano mío, siempre que me tropezaba con él en la calle, me repetía: "Mozo, vista larga y paso corto". A estos caciquillos de medio mandil, les ha faltado la filosofía del dicho de mi amigo Domingo.

Y, ante el descalabro, se echarán mierda los unos y los otros, y los medios, que azuzaron el entuerto, harán lo mismo que Paco, aquel muchacho, que, día a día, se iba comiendo el jamón que su padre guardaba en la bodega para el verano; llegó san Juan, el padre pidió que subieran el magro; le rebana la capa de tocino, y se encuentra con el pernil descarnado. Reúne a los hijos en busca del culpable, y Paco le espeta a su padre: "Padre, yo no he sido".

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