OPINIóN
Actualizado 31/10/2016
Higinio Mirón

No aprendo a sostenerme en la tristeza. Mis pies son búhos que huyen de la luz por la avenida de la Desesperanza. Suelo hacer daño a quienes más aprecio sin darme cuenta nunca. El abedul de mi silencio ya no tiene hojas para acoger las aves del perdón que a diario entrego al aire. Hay tanto amor dentro de mí desperdigado y roto. Entre los chopos ocres de mi alma un petirrojo busca el equilibrio de la alegría suave que ayer tuve. Me busco sin hallarme, soy la vid mordida por las lágrimas del sol.

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