OPINIóN
Actualizado 28/10/2016
Redacción

El Whatsapp se ha convertido en una herramienta de comunicación imprescindible. Según el Global Web Index, en España asciende aceleradamente el número de usuarios, ocupamos ya el sexto lugar en el mundo. Cada vez son menos los grupos de amigos o familiares que usan el tradicional mensaje corto de telefonía (SMS) y prefieren la rapidez, inmediatez y facilidad del whatsapp. No todo son ventajas en el uso acelerado de esta aplicación comunicativa, algunas investigaciones señalan que están surgiendo nuevas patologías generadas por su uso adictivo y obsesivo.

Una de las adicciones que ya está tipificada recibe el nombre de Apnea de Whatsapp, definida como la ansiedad que genera en el cerebro del usuario la consulta compulsiva de mensajes. Entre los usuarios de esta herramienta se genera tal dependencia a la recepción y envío de mensajes que su carencia genera un estado de alteración psicológica que provoca ansiedad. Una mañana, una tarde o incluso un día completo sin whatsapp incrementa los nervios y genera un estado de inestabilidad o inseguridad emocional. El grado de dependencia y adicción puede originar tal ansiedad que cuando no hay comunicación se genera desánimo, frustración y desmotivación.

Con cierta ironía, nos preguntábamos hace algunos años ¿se puede vivir sin móvil y conexión wi-fi? Ahora, en algunos contextos de la vida cotidiana comprobamos que no sólo hay gente que no puede vivir sin móvil sino que no puede vivir sin whatsapp. Se puede comprobar fácilmente en los cines cuando observamos a gente que sigue contestando al whatsapp aunque haya empezado la película, cuando vemos a gente respondiendo mensajes durante las comidas y sobre todo en el transporte público cuando estamos más pendientes de los mensajes que de los vecinos que nos acompañan.

No estamos ante una patología de jóvenes y adolescentes. Recordemos el mal uso que hacía de esta aplicación el conductor de un autobús escolar que el pasado 15 de enero fue grabado usando esta aplicación por dos avispados "esonautas" (alumnos que habitan el planeta de la ESO, Enseñanza Secundaria Obligatoria). Aunque no sabemos el grado de adicción que tenía al whatsapp, la grabación llegó a los padres, estos la transmitieron a la dirección del centro y el trabajador ha sido despedido. Esperemos que los adolescentes también se apliquen el cuento de la determinación con la han intervenido las autoridades y reconozcan la necesidad de hacer un uso adecuado tanto del whatsapp como del móvil.

Este uso indebido de los dispositivos móviles que ya está tipificado en el código de la circulación aún no está tipificado en la legislación laboral. No se tardará mucho porque las empresas de trabajo temporal están empezando a realizar cálculos. Según un estudio de Adecco, los trabajadores pierden hasta 10 horas al mes en distracciones relacionadas con el uso de las redes y si extrapolan al año completo resulta que hasta se pueden perder 13 días laborables. Según estudios de la Universidad de California, el 68% de las empresas está implantando medidas drásticas para minimizar el efecto distractor que generan estas aplicaciones.

En algún momento deberíamos preguntarnos qué está sucediendo en esta cultura digital emergente cuando aparecen estas adicciones. Aunque la regulación y codificación del uso puede ser necesaria en determinadas actividades profesionales, el desafío que tendremos que plantearnos lo ha puesto sobre la mesa E. Zukerman cuando nos describe en términos de cosmopolitas digitales y centra las patologías en un problema antropológico nuclear por el que mucha gente accede compulsivamente a las redes: el miedo a la soledad, el olvido y la insignificancia. Pero esta es otra historia que deberá ser tratada en otra ocasión.

Más información:

Educación y Redes sociales. La autoridad de educar en la era digital. Encuentro, Madrid 2013.

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