OPINIóN
Actualizado 24/10/2016
Redacción

Llueve en los corralones abandonados. Una luz parda bulle entre los huertos y me da abrigo en el atardecer. Higueras locas gimen como espíritus deshabitados entre las paredes. Hay una calma dulce en el camino, como si todo fuera cristalino. Encima de los cerros, las veredas son zigzagueos de oro. Qué esplendor. Todo es tan puro y hondo como entonces. Se yerguen los membrillos bajo el viento como si fueran monaguillos tristes en una procesión que lleva al templo de la inocencia. Miro en torno a mí: la lluvia desdibuja los objetos mordidos por la herrumbre. Encima de ellos, como un reloj de musgo, ya sin hora, dejo esta tarde anclado el corazón.

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >Lluvia