Octubre 2016, Alba de Tormes, la última de la temporada, la puerta del invierno, el despertar de la voz del campo / "Luego se arrodilló en la arena para ofrecerse como quien se postra ante un dios invisible, en la última de la temporada, con la generosi
En el último día de su temporada los toreros sacan al ruedo a su cuadrilla y le dedican el penúltimo brindis, porque el último brindis no existe, como no se apura la última copa ni se conoce el último beso aunque su rastro quede para siempre en los labios.
Y pisan la arena los hombres de plata y los que conforman el entramado humano, las bambalinas del toreo: los ayudas, los que se dejan la piel en los despachos, los mozos de espadas que visten al torero como a un guerrero velando armas, antes de la batalla, en el silencio de la incertidumbre; como a una novia antes del compromiso, el precipicio al otro lado de la puerta, las cinco en punto de la tarde.
Saúl Jiménez Fortes regresó de la muerte en Vitigudino un día de agosto de 2015 y resucita cada tarde cuando hace verdad el toreo de verdad, tan puro, encajado, rotundo, macizo, con ese valor que solo conocen los que regresan de la muerte, los que un día la miraron de poder a poder y la vencieron. Fueron sus ojos verdes y transparentes los que la vieron marcharse en retirada aquella tarde de agosto, Vitigudino 2015.
Saúl Jiménez Fortes llamó hoy al ruedo a su cuadrilla. A los que se visten de luces y a los que sostienen su día a día en la sombra, a los que se juegan los muslos en la arena y a los que recorren mil veces el callejón toalla blanca y búcaro en mano. Octubre 2016, Alba de Tormes, la última de la temporada, la puerta del invierno, el despertar de la voz del campo.
Un puñado de hombres que condensa miles de kilómetros y de sueños, días de campo, noches en la carretera y madrugadas en los hoteles, la emoción de los sorteos, los platos de pasta sobre el mantel, el silencio de las habitaciones y los trajes secándose en la bañera. Y Saúl hizo el penúltimo brindis a esos hombres que parapetados en sus capotes son su seguro de vida, su póliza contra la muerte, la sombra de sus pasos, sus pasos en la sombra.
Saúl Jiménez Fortes hizo el penúltimo brindis, porque el último brindis no existe, como no se apura la última copa ni se conoce el último beso aunque su rastro quede para siempre en los labios. Luego se arrodilló en la arena para ofrecerse como quien se postra ante un dios invisible, en la última de la temporada, con la generosidad de la primera vez después del penúltimo brindis, la copa rebosando vida.
Ana Pedrero