OPINIóN
Actualizado 16/10/2016
Redacción

Estos días de atrás, los medios de comunicación nos han enseñado los avances de los espectáculos tragicómicos más renombrados en cartelera, de los últimos tiempos, a nivel nacional e internacional, porque también han trascendido fuera de nuestras fronteras. Y estas exhibiciones me han dejado en un ser, y tan ensimismado, perplejo y desolado, que he decidido que, si un nuevo redentor no vuelve a la tierra, me mantendré en mis trece hasta el último suspiro, porque, con la dignidad humana y el respeto mutuo, no se juega. ¿Qué pueden esperar nuestros niños, nuestros jóvenes y la sociedad toda de estos individuos?

Intentando justificar lo injustificable, me he colado en el arcón de mi memoria, y he dado con el origen de tamaña vejación en el pasaje bíblico, que don Jesús, mi maestro, me fijo en la mente:

Y el hombre conoció a Eva, su esposa,

y ella concibió y dio a luz a Caín,

y dijo: "He dado a luz a un hombre con la ayuda del Señor"

y, nuevamente, dio a luz a su hermano Abel,

y Abel fue cuidador de rebaños,

sin embargo, Caín fue quien cultivó la tierra".

Eva engendró a un hombre con la ayuda de Dios y, aún siendo niño, Caín fue considerado "un hombre" a los ojos de su madre; tal vez Eva esperaba que Caín madurara rápidamente, y se convirtiera en un hombre, tan pronto como fuera posible.

Abel, por otra parte, nació en segundo término, con una connotación negativa. Aún así, su ocupación figuraba primera. ¿Significaba ello que él era más importante debido a su profesión como pastor? Sabemos por las Escrituras que el pastor es un símbolo de líder, como Moisés el profeta. ¿Está esta historia revelándonos la naturaleza de esta tensión y estos conflictos? Después vino lo de la quijada y lo del comité.

El segundo episodio me llevó a la Literatura, y en la andadura por la explicación a tamaño desatino, me vino a colación "El avaro" de Molière, y el nombre de su protagonista, Harpagón, adornado con uno de los defectos más miserables de la humanidad: la avaricia.

Harpagón, a lo largo de toda la obra, siempre hace mención de ahorrar para el futuro, valorando

mucho más el dinero que a él mismo, y muestra el lado más mezquino y egoísta del ser humano,

donde se lleva, al extremo, los problemas generados por el dinero y el poder, lo cual supera a todo tipo de sentimientos, que se ven opocados y minimizados ante lo, meramente, material.

Y nosotros ¿qué? ¿En "Babia"? ¿Ausentes, como si no fuera con nosotros, con nuestras vidas, con nuestros problemas personales y sociales y, sobre todo, con nuestra ética? Ahora se explica por qué retiraron la Filosofía y Educación para la Ciudadanía de nuestras aulas.

Y, con estos espectáculos y reflexiones de fondo, mañana, tengo que ir a la escuela a insistir, una vez más, a los niños, que vienen aquí a educarse para la vida, y que, para ello, tienen que esforzarse por ser personas dignas, libres, respetuosas, generosas, responsables, tolerantes, dialogantes y buenos ciudadanos.

Y, para ser fiel a mis principios, pienso llevármelos al campo, para que contemplen la armonía con que se desenvuelven y se comportan las plantas, los árboles, los animales, los pájaros, las cosas y el día y la noche. Es la forma más ejemplar de que aprendan a ser personas honestas y responsables.

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