OPINIóN
Actualizado 14/10/2016
Eugenio Sánchez Redondo

Existen esos breves minutos al día en los que uno permite a cuerpo y alma el deleite absoluto.

La adicción a la escucha escarba con las palabras de otros en el pellejo áspero de uno, haciendo propias ideas dormidas o aletargadas.

En el casino de Salamanca, Palacio de Figueroa, ayer, hace unas horas, Charo Ruano acude con su último libro, mejor dicho poemario "Temblor".

La escenografía presenta la autora y cómplice Lourdes Ventura en diálogo escudriñando el lomo y cuerpo de la obra. Antes y después Cristina y Eva ambas con idéntico apellido; "Redondo" cual si de familia se tratase, más que hermanas, primas, coinciden sobre el atril de la palabra.

Del libro mejor les pido que compren y lean, son escasas las ocasiones en las que alguien se desnuda entre letras, silencios y salas de espera.

De las actrices mejor les pido que las sigan, a cual mayor mérito, de la afición nace la pasión en Cristina, teatro honesto. En Eva de la pasión una vida, dramaturga, actriz, directora, desde "La máscara" hasta las nuevas obras recién publicadas de las segundas partes de la Bella durmiente y Caperucita Roja con Roberto Santiago.

Ambas son inspiración, uno se confiesa incondicional del aquello que nos diferencia de los otros animales como dice mi buen amigo Luis Gustavo Mandarano, el arte, la capacidad de crear y yo añadiría de compartir.

Anhelo el próximo encuentro entre las butacas en sombra.

A Alfredo, porque habría aspirado vuestras palabras y su voz.

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