OPINIóN
Actualizado 14/10/2016
Manuel Rodríguez Fraile

No es mercado turístico, ni financiero, ni comercial salvo que se trate de drogas o armas.

Haití, el "patito feo" del Caribe vuelve a ser golpeado por los hijos de Cronos. Si este, dios del tiempo, hizo atemporal su miseria y Hades le golpeo desde el inframundo con un terremoto devastador en 2010, seis años después sus hermanos Poseidón y Zeus le castigan con vientos, tempestades y rayos seis años. Acaso se trate de una maldición inducida y permitida por los mortales que caen sin piedad sobre el pueblo haitiano y que el resto del mundo observa indiferente.

Haití, ese pequeño trozo de la Española que no aparece en las rutas de los Tour Operadores, ese pedacito de una antigua colonia española cedida a los franceses, ese país donde la esclavitud fue abolida en 1.794 y que recién estrenado el siglo XIX se constituyó como la primera república negra del mundo vuelve a la primera plana de los periódicos por los motivos de siempre.

Devastación, muerte miseria, a lo que seguirá el cólera por la falta de agua potable y también las ya indecentes promesas de ayuda de la Comunidad Internacional. Estén atentos porque sólo oiremos hablar de este trágico suceso durante unos días, pues como en ocasiones anteriores será relegado al olvido hasta la próximas vez en que los hijos de titán Cronos decidan castigarle de nuevo.

Haití es ya sinónimo de emergencia, de emergencia humanitaria. El huracán Matthew es sólo un nuevo personaje de su historia. Más de 1.000 muertos a los que se sumarán los que produzcan las enfermedades y siniestras cifras de devastación y destrucción. Muchos quieren abandonar el país pero ¿Dónde ir? ¿Quién les acogerá? ¿Quién les ofrecerá la posibilidad de una vida digna lejos del infierno?

Nuevos "parches humanitarios" nos recordará de cuando en cuando lo sucedido. Las Organizaciones Humanitarias harán agresivas campañas para recaudar fondos y continuar actuando sobre los efectos ocasionados por Matthew. Pero los poderosos del mundo, los que pueden erradicar las causas, ellos no harán nada por resolverlo pues no tienen ningún interés en sanar la gangrena de las vulnerabilidades que infectan Haití desde hace décadas.

Dicen que el peor castigo es la indiferencia. ¿De verdad alguien ha tenido, alguna vez, intención real y desinteresada por ayudar al pueblo haitiano y no sólo a sus dirigentes? ¿Quién cree hoy en Haití? ¿A quién le interesa Haití? Desafortunadamente para sus ciudadanos, Haití no es prioritario para casi nadie. No es mercado turístico, ni financiero, ni comercial salvo que se trate de drogas o armas. Y tampoco correrán por las redes sociales mensajes como "Je sius Chalie", "Todos somos Paris" y similares. Nadie es Haití.

Las incalculables promesas de ayuda de los gobiernos del mundo han sido incumplidas en su mayoría, como también lo serán las que oiremos en estos días, pero nadie pedirá explicaciones a los recalcitrantes mentirosos. El filósofo alemán Friedrich Nietzsche escribió: No me molesta que me hayan mentido, lo que me molesta es que ahora no puedo confiar en ti. Y en algún lugar leí que existen tres maneras para descubrir a los hipócritas. Cuando hablan mienten, cuando prometen no cumplen y cuando les das tu confianza te traicionan. Tal vez todos hemos traicionado a Haití.
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