Después de haber visitado las inmediaciones del nacimiento del Río Côa, junto a la localidad portuguesa de Fóios (Serra das Mesas), en las proximidades de la Serra da Malcata y tras un descanso en Trutal Côa, junto a Cuadrazais, para disfrutar de una buena jornada gastronómica; decido hacer unas decenas de kilómetros en dirección norte -la misma que recorre este río-, para llegar a un remanso de paz en Vale das Éguas.
Ya en esta pequeña población, partiendo desde la iglesia, hay que bajar unos quinientos metros por un buen camino adoquinado y de nueva construcción -al estilo portugués-, para volver a encontrarse con el Côa.
Descubrir el Vale das Éguas es como llegar a un oasis en pleno desierto y más durante los meses de estío. Abunda la típica vegetación de ribera a base de chopos, alisos, olmos y fresnos. Detengo mis pasos porque el cuerpo y el paisaje me lo piden. Observo, respiro y al ir a tomar asiento sobre un viejo tocón de aliso, él se me muestra con una gran sonrisa. Quedo agradecido inmerso en este vergel de sombra, agua y luz. Solo un mirlo asustadizo rompe el hechizo del momento y busca escondite mientras mis ojos lo persiguen.
Ofrece, inerte,
sonrisa y acomodo.
Tocón de aliso.
El agua baja silenciosa, fresca y cristalina formando -en ocasiones-, grandes tabladas que se asemejan a espejos, bajo los cuales la trucha es dueña y señora. Aves como el martín pescador, la garza real y mamíferos como la nutria, el jabalí y el zorro, pueden ser observados durante la estancia o el paseo.
Situados en la margen derecha del Río Côa, La Raya se encuentra a pocos kilómetros y tras ella avanza, también silencioso, el Río Águeda. Côa y Águeda son dos ríos casi hermanos. Ambos nacen muy cerca el uno del otro, pero recorren tierras de Portugal el primero y españolas el segundo. Más adelante, ambos, entregarán sus aguas a un río común como es el "Padre Duero" quien, en un abrazo, recogerá los dones de ambos para entregarlos al Atlántico, en la bien conocida ciudad de Porto.